Un bálsamo para Europa
El cauteloso anuncio de Greenspan ha caído entre los Quince como un bálsamo. Europa incuba un miedo creciente a que la oleada de turbulencias acabe provocando una recesión mundial. De ella, como primera potencia comercial, no podría escaparse como hasta ahora ha logrado zafarse de sus heraldos.Pero los líderes y expertos europeos, a medias confortados por su capacidad de resistencia gracias al estabilizador efecto euro y a medias empecinados en ahuyentar fantasmas, han venido esforzándose por ocultarlo.
Ante cada una de las últimas crisis, la consigna oficial -seguida a rajatabla- ha sido: "El impacto para Europa es limitado". Su comercio con Japón es escaso y su compromiso financiero, inferior al de EEUU; lo peor de la crisis rusa es la exposición de los bancos alemanes, que tienen ahí el 15% de sus créditos, pero están provisionados; los vaivenes latinoamericanos afectan sólo a Alemania y España...
Hasta ahora todo esto ha sido verdad. Así lo han reconocido los mercados. Han reforzado el marco. Han otorgado confianza al oasis de estabilidad que representa la UE. Confianza no ilimitada. El aire frío de Wall Street constipó a la Bolsas europeas. Un indicio. Jacques Santer descartó el jueves que estemos ante un "preludio de recesión", pero auguró un menor crecimiento de los Quince.
La preocupación de los Quince es "mantener un ritmo satisfactorio de crecimiento económico", como subrayó ayer en Salzburgo el único ministro de Exteriores que sabe de economía, el italiano Lamberto Dini. Por tanto, "debemos hacer como los americanos, que ante la ralentización de la coyuntura, relajan la política monetaria", argumentó este partidario de una cotización del euro modesta respecto al dólar, capacidad de exportar obliga. El gran temor es que las crisis-dominó minen la confianza de empresarios y consumidores en el ciclo y provoquen una súbita recesión. La fórmula de Greenspan parece a los expertos europeos (y no sólo europeos), "la receta adecuada" para sortear el colapso.
La segunda angustia inquieta menos. Si el tipo de interés americano baja, los capitales afluirían menos a EEUU, se depreciaría el dólar, el dinero errante acudiría a Europa presionando al alza al pre-euro, la UE exportaría menos y crecería menos. Pero otros factores pueden modificar esa secuencia de manual. Examen para el Banco Central Europeo. ¿Se preocupará del crecimiento como la Reserva Federal?. ¡Qué envidia¡ ¿O bien, ortodoxia empuja, sólo de los precios?
Bálsamo pues. Pero a la globalización le queda aún su gran asignatura/debate pendiente. ¿Hay que poner límites, aunque sean suaves, a la libre circulación del dinero caliente?
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