El BCE recorta los tipos de interés por quinta vez consecutiva y empeora las previsiones de inflación y crecimiento
El Consejo de Gobierno acuerda rebajar el precio del dinero en 25 puntos básicos y dejar la tasa en el 2,5%, pero advierte de la elevada incertidumbre y no descarta efectuar una pausa en la próxima reunión

La desescalada de tipos sigue, pero su continuidad pende de un hilo. El Banco Central Europeo ha recortado este jueves el precio del dinero en 25 puntos básicos por quinta vez consecutiva, la sexta en siete reuniones, para dejar la tasa en el 2,5%, su nivel más bajo desde hace más de dos años. La convicción de Fráncfort de que el proceso de desinflación avanza hacia el objetivo del 2% —aun cuando ahora retrasa esa meta hasta comienzos de 2026—, unida a las previsiones que hablan de un año de bajo crecimiento para la zona euro, siguen allanando el camino para una relajación de la política monetaria. Sin embargo, empieza a agotarse el margen de que ha disfrutado el Eurobanco para rebajar y rebajar cómodamente durante meses, sin apenas disensiones, y a un ritmo más acelerado (150 puntos básicos desde junio) que sus pares de la Reserva Federal (100 puntos) y el Banco de Inglaterra (75 puntos).
Las voces internas que advierten contra la idea de llevar los tipos al 2% por inercia, marchando como sonámbulos, en expresión utilizada por el gobernador del banco central belga, Pierre Wunsch, se han vuelto más audibles. Y la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha dejado claro en su intervención que los tiempos en que se podían anticipar sus decisiones con meses de antelación parecen próximos a su final. “Si los datos nos dicen que para llegar a nuestro destino la política monetaria apropiada es recortar, lo haremos. Si por el contrario indican que no es el caso, haremos una pausa”, repitió tajante en hasta dos ocasiones.
La francesa insistió en que el aumento de la incertidumbre —probablemente la palabra que más utilizó— ha vuelto más necesario que nunca un enfoque reunión a reunión y basado en los datos, sin sendas predeterminadas. “Sé que es frustrante, lo sé, pero de un día a otro las cosas cambian dramáticamente”, dijo en un recado a quienes buscaban en su discurso más certezas, escasas dados los bandazos comerciales de Donald Trump, las oscilaciones de los precios de la energía o las tensiones geopolíticas en Ucrania y Oriente Próximo.
Igual que sucediera en septiembre y diciembre, los economistas del BCE han rebajado sus proyecciones de crecimiento económico. Ahora esperan que el PIB de la zona euro repunte un 0,9% en 2025 (frente al 1,1% anterior), y un 1,2% en 2026 (1,4% antes). Para 2027 predicen un avance del 1,3%, idéntico al anterior. Aunque Trump no aparece citado en el comunicado, sí se deja entrever que sus aranceles tienen mucho que ver en esa modificación. “Las correcciones a la baja para 2025 y 2026 reflejan un descenso de las exportaciones y la persistente debilidad de la inversión, atribuible en parte a la elevada incertidumbre sobre las políticas comerciales y a la incertidumbre sobre las políticas económicas en general”, señala el texto.
También cambia el escenario de precios, que empeora levemente: la inflación media para este año sería del 2,3% (del 2,1% en la proyección anterior), mientras que para 2026 se quedaría intacta en el 1,9%, y en 2027 se situaría en el 2,0%, ligeramente por debajo del 2,1% anterior. Lo achacan al encarecimiento de la energía, después de que el precio del gas se disparara en febrero a máximos de dos años debido a la caída de las reservas por las bajas temperaturas en el invierno europeo y el mal comportamiento de la producción renovable.
Otra noticia significativa es el cambio de lenguaje. El banco venía calificando su nivel de tipos como “restrictivo”, pero ahora el enunciado ha mutado. “La política monetaria está adoptando una orientación considerablemente menos restrictiva, dado que las bajadas de los tipos de interés están reduciendo el coste del crédito nuevo para empresas y hogares y el crecimiento de los préstamos está repuntando”, afirma la nueva declaración.
Analistas e inversores especulaban con que Fráncfort podía emprender ese cambio, muy del gusto de los halcones. Y finalmente así ha sido: el retoque da a entender que la pausa de los tipos de interés está más cerca, porque ya no penalizan tanto a la actividad. Lagarde lo confirmó en rueda de prensa cuando se mostró dispuesta a parar si fuera necesario, algo que no había dicho hasta ahora tan claramente. Y comparó la convivencia entre la financiación pasada, por la que se pagan intereses más altos, y la actual, más barata para quienes piden préstamos e hipotecas, con lo que sucede en Sudáfrica en el cabo de Buena Esperanza, donde el agua fría del océano Atlántico choca con la cálida del Índico. El euro reaccionó prolongando sus subidas más allá de los 1,08 dólares.
El recorte de tipos se adoptó con una única abstención, la del gobernador austriaco Robert Holzmann, nombrado por el ultra Partido de la Libertad, pero todo hace indicar que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, tendrá que manejar a partir de ahora todas las herramientas de gestión de recursos humanos que conozca para que la sangre no llegue al río entre halcones y palomas, con un Consejo de Gobierno cada vez más dividido. La alemana Isabel Schnabel se ha puesto al frente del ala más dura, y apuesta por empezar ya a discutir sobre hacer una pausa en los recortes de tipos. Otros, como el gobernador griego, Yannis Stournaras, han defendido en público que las tasas del BCE aún están en terreno restrictivo y los descensos deben continuar. Los expertos del banco sitúan entre el 1,75% y el 2,25% la tasa neutral, que ni contrae ni estimula la economía, pero no todo el mundo está de acuerdo con ese rango, y tampoco está libre de quedar obsoleto ante los nuevos shocks que van apareciendo.
El escenario no cesa de ganar complejidad: a las estadísticas habituales bajo estudio, tales como crecimiento, inflación, precios de la energía o evolución de los salarios, los expertos del BCE deberán sumar ahora variables cuyo impacto aún se desconoce, o se ha analizado de manera muy superficial, bien por su carácter cambiante, o bien porque son demasiado recientes.
Algunas de ellas tienen efectos contrarios: los aranceles impuestos por Donald Trump y sus represalias son negativos para el crecimiento, como reprobó Lagarde, pero al debilitar la actividad, el BCE no tiene del todo claro si alimentan o adelgazan la inflación europea. En cambio, las multimillonarias inversiones militares en Europa, y el acuerdo entre conservadores y socialdemócratas alemanes para relajar el freno de la deuda con el objetivo de multiplicar el gasto en defensa y crear un fondo especial de 500.000 millones de euros destinado a infraestructuras deberían actuar como un estímulo, y revertir en más crecimiento para la zona euro, como admitió la propia Lagarde al ser preguntada al respecto. “De forma intuitiva creemos que, si salen adelante, impulsarán el crecimiento. Estaremos atentos para anticipar sus consecuencias económicas”, sostuvo.
El mercado descuenta todavía otras dos bajadas de tipos más hasta final de año. De producirse, el precio del dinero se quedaría en el 2%. Hay vientos de cola para que así sea, o incluso para que acaben más abajo, como la fortaleza del euro respecto al dólar, frente al que se ha revalorizado un 4% en el último mes, lo que abarata las compras de energía en el exterior; la caída del precio del petróleo Brent —superior al 8% en lo que va de año—; el descenso de la inflación en febrero una décima hasta el 2,4%, rompiendo una racha negativa de cuatro meses al alza, que incluyó buenas noticias en la pegajosa inflación de servicios —del 3,9% al 3,7%—, o la moderación de los salarios en la zona euro, que crecieron en el cuarto trimestre un 4,1% respecto al año anterior, por debajo del 5,4% del tercer trimestre.
Esta riada de datos positivos se ve ensombrecida por el alza de los precios del gas, la elevada incertidumbre geopolítica, y el temor al impacto de los aranceles. Las consecuencias de la guerra comercial, alertó Lagarde, se dan incluso antes de aplicarse, por el efecto que tiene la mera amenaza en las decisiones de contratación por parte de las empresas o las de consumo en el caso de los clientes, menos dispuestos a gastar si atisban nubarrones en el horizonte. Por ello, la visibilidad de lo que ocurrirá en las próximas reuniones de abril y junio se ha vuelto mucho más reducida. La guerra de declaraciones de las próximas seis semanas entre halcones y palomas dará algunas pistas, pero si Lagarde cumple su palabra serán los datos que se vayan conociendo los que decanten la balanza hacia la continuidad de los recortes o la primera pausa desde julio.
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