"Hacer conciertos de música tradicional es algo antinatural"
El nuevo disco de Alboka, grupo guipuzcoano formado en 1994 con la participación de Txomin Artola, no llegará a las tiendas hasta la próxima semana, pero las 14 canciones que contiene podrán degustarse mañana mismo (19.00, plaza de Las Escuelas de Las Arenas) dentro del Festival Internacional de Folk de Getxo. Será la presentación de Bi beso lur, un trabajo que edita la discográfica Aztarna y que complementa con pistas interactivas (CD-Rom) una selección de danzas, arin-arin, fandangos y pasacalles extraídos de la tradición musical vasca. Tres composiciones propias, la inclusión de voces y una remozada formación son las principales novedades de la segunda entrega de un quinteto hoy integrado por Andoni Zugasti, Josean Martín (de Ganbara), Juan Arriola, Joxan Goikoetxea (con disco en solitario en el mercado) y Alan Griffin. Los tres últimos responden a las siguientes preguntas. Pregunta. ¿Qué atractivo tiene su nuevo disco para alguien que no sea aficionado al folk? Respuesta. Hombre, en Euskadi el folk se asocia a una época en la que estaba unido al tema de los cantautores, pero hay grupos que están actualizando ese concepto y el público también es más amplio. Ahora, a un forofo muy cerrado del rap no le va a gustar, evidentemente. Por nuestra parte, analizándolo vemos que es un trabajo quizá más ortodoxo, en relación a lo que hoy se da en Europa en las músicas de raíz. Peter Maund, percusionista de Alasdair Fraiser, le da un toque muy de música antigua, música medieval, que nos gustaba. P. ¿Han rebuscado mucho para completar el repertorio? R. Cuando se hace un trabajo de estos parece que hemos hecho una labor de recopilación, cuando la labor, generalmente, está ya hecha. En el País Vasco tenemos buenos e importantes cancioneros. Únicamente hemos hecho una selección en base a un gusto propio y a un equilibrio: nos interesaba la variedad rítmica, que hubiera una muestra de las distintas regiones y buscar lo que es propio de aquí. Se trata de temas que casi conocíamos en su totalidad. Y eso está bien, pensar que la música tradicional vasca es un poso que está todavía vivo. P. ¿Hay un circuito para esta música fuera de los festivales? R. Por desgracia, no. Ésa es la carencia que existe. Esta música está viva, pero está en un punto en el que algo tiene que ocurrir. Existen los grupos de danzas, existen los discos... Pero esta música está hecha para algo más. Nació para las romerías y nos gustaría tocar en ellas, no sólo en recitales y festivales. Aunque la gente aprecia los arreglos, la instrumentación o el virtuosismo, en principio es algo antinatural que se hagan conciertos de música tradicional. La danza aquí se está desarraigando, cuando hace 40 años no había nadie que no supiera bailar un fandango y el arin-arin. P. ¿Aprecian más su música en el extranjero? R. Si nos atenemos a las pruebas, parece que sí, porque en Euskadi hemos actuado muy poco. De hecho, hemos actuado más en Europa que en el Estado. Allí tienen otra receptividad hacia el folk, otro respeto. Aquí la sensación es de género de segundo orden. Parece que se contrapone con lo moderno, con la modernidad. Nos estamos acostumbrando a pequeñas migajas y no hay apuestas fuertes por la música de aquí. Y eso es algo que se puede exigir a las discográficas de aquí. P. ¿El boom trikitilari ha beneficiado al folclor vasco en su conjunto? R. Yo no soy la persona que va a decir que ha hecho mal, pero ha habido una saturación evidente. Hace 30 años, la trikitixa estaba un poco a la baja y apartada, y ahora se ha hecho un hueco grande desplazando a otros conceptos y posibilidades. Todo lo que sea generar un mercado y abrir vías al exterior a la música vasca, es abrir puertas para todo el mundo. Pero todo lo que es saturar no me parece positivo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.