Clinton garantiza ayuda a Rusia para salir de la crisis si continúa el proceso de reforma
La cumbre más devaluada de la historia de las dos grandes superpotencias nucleares terminó ayer en Moscú sin pena ni gloria, con la agenda bilateral casi oculta por la tremenda crisis con la que Borís Yeltsin tiene que bregar en Rusia y por el escándalo que Bill Clinton dejó atrás en su país. El presidente ruso reiteró su compromiso con el proceso de reformas, y su huésped le dijo, a él y a la oposición que está empeñada en derribarle, que la ayuda de Estados Unidos y de los otros países ricos depende de que se preserve la base democrática y no se interrumpa el camino hacia la economía de mercado.
Clinton llegó con la cartera vacía, sin nuevos ofrecimientos de ayuda económica para superar una crisis que está dejando el rublo por los suelos, alimenta la inflación y amenaza con empobrecer hasta el límite de la supervivencia a decenas de millones de personas. Así que sólo pudo ofrecer buenas palabras y algunos consejos, que se resumen en uno: no hay que desafiar las leyes de la economía global. Es decir, no hay salida más allá del capitalismo y la libertad de mercado.Se lo dio a Yeltsin, que ya estaba convencido de antemano, y se lo dijo hasta al mismísimo Guennadi Ziugánov, líder del partido comunista, mayoritario en la Duma y que, de hacer caso a la portada de un influyente diario moscovita, se está ya preparando para la guerra. Su mensaje, extensible al general retirado Alexandr Lébed, al liberal Grigori Yavlinski y a otros dirigentes políticos, fue: "Si encuentran una forma de trabajar juntos para superar la crisis y se preserva la base democrática, Estados Unidos estará con ustedes".
Ziugánov escuchó lo que Clinton decía en la residencia del embajador norteamericano, pero no por ello cambió un ápice su postura, que sigue siendo la de llevar hasta el límite su oposición a la candidatura de Víktor Chernomirdin, aunque Yeltsin amenace con disolver la Duma. Y Lébed dijo al presidente que la situación en Rusia es "catastrófica, peor que la de 1917"; es decir, cuando estalló la revolución bolchevique que había de marcar la historia de este siglo que se escapa.
Como ejemplo, el general, uno de los más firmes candidatos a la presidencia, puso el de que hay en Rusia "enormes y mal protegidos depósitos de armas nucleares" que algún día pueden provocar una catástrofe. Puso el dedo en la llaga. Las 10.000 cabezas atómicas son la clave de que Clinton preste tanta atención a Rusia como para efectuar este viaje ausente de contenido para no debilitar aún más a Yeltsin y al bando de los reformistas.
Yeltsin, una vez que sabía que no habría más cheques, como los que en junio prometieron y luego empezaron a entregar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, tampoco quiso aparecer como un pedigüeño, así que dijo a su interlocutor que lo que Rusia necesita de Estados Unidos no es ayuda económica, sino "apoyo político a las reformas", lo que, de forma automática, haría llegar a los inversores. ¿Que Occidente quiere garantías de que no habrá marcha atrás? No hay problema. Yeltsin volvió a darlas. "Llegarán hasta el final", afirmó, "y sacaremos de ellas el máximo beneficio". Clinton aseguró que "el éxito depende de la habilidad del presidente Yeltsin para persuadir a la Duma de que apruebe a su Gobierno". ¡Que más quisiera el líder del Kremlin! Naturalmente, no todo fue hablar de la crisis rusa, aunque ésta se haya hecho global al extender sus efectos desde Wall Street hasta la Bolsa de Madrid. Los dos presidentes discutieron la agenda internacional, en la que sus diferencias son palpables desde que Rusia intenta recuperar un poco de la influencia exterior que tuvo la Unión Soviética.
Pese a todo, firmaron dos importantes acuerdos de alerta mutua sobre lanzamiento de misiles y de reducción de los depósitos de plutonio. El START III, para reducir aún más los arsenales atómicos, habrá de esperar hasta que la Duma se decida a ratificarlo. Lleva más de cinco años pensándoselo.
Lo más significativo, probablemente destinado al consumo interno, fue la dureza de Yeltsin al referirse a la ampliación de la OTAN al Este, que calificó de "un gran error que llegará a ser histórico". En su opinión, "el OTAN-centrismo en la construcción de la arquitectura europea es inaceptable".
También marcó diferencias en cuanto a su acercamiento a conflictos como el de Irak, Kosovo o Afganistán, y aseguró que, como tantos otros, "no tienen una solución militar". Clinton no se molestó en rebatirle. Ya ha demostrado con creces que, cuando quiere actuar, no espera el visto bueno de Moscú. La guerra fría terminó hace tiempo, y la URSS la perdió de forma tan rotunda que le costó su propia existencia.
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