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Tribuna
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Recaída

Las bolsas han entrado en una fase peligrosa debido al incremento de la volatilidad hasta límites insospechados. Los bandazos de las últimas sesiones, entre las que hay que contabilizar la mayor caída del año y la tercera, la de ayer, y una recuperación con sabor a colocación de papel, están asustando a los inversores.

La facilidad con que la inversión se retira de los mercados se debe, a medias, a los beneficios acumulados, en general elevados incluso después de una racha de recortes como la que ha sufrido la bolsa española desde el pasado mes de abril, y al recrudecimiento de los problemas en Rusia y Japón. De los últimos acontecimientos, los inversores han sacado algunas deducciones sobre la marcha, de las que es fácil entender que en ambos casos hay problemas para rato.

El rublo, aunque no es una moneda significativa a nivel internacional, se muestra incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago y no genera confianza ni siquiera entre la población rusa, lo que se traducirá en sucesivas devaluaciones, al tiempo que la pérdida de tiempo por parte de Japón puede trasladarse otra vez al tipo de cambio del yen, tranquilamente asentado en la zona de las 144 unidades por dólar en las últimas semanas, gracias a la confianza de los mercados en una resolución rápida de la crisis que ahora parece imposible.

Los inversores españoles, cada vez en mayor número, optan por la liquidez, aún a sabiendas de que las alternativas para su dinero carecen de atractivo debido a las bajas rentabilidades.

Ayer mismo, las letras del Tesoro a seis meses ofrecieron el 3,95% de rentabilidad en tasa anual. Con una inflación del 2,2% y los impuestos resulta fácil hacer las cuentas, lo que parece garantizar la vuelta de una buena parte de ese dinero al mercado, tanto porque cada día se encuentran precios atractivos en los valores como por los nulos alicientes externos. La deuda también aguantó retiradas de beneficios, más fuertes en Alemania, y el diferencial se redujo a 0,38 puntos.

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