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Fallece a los 90 años el escultor surrealista Leandre Cristòfol

El artista leridano no vendió nunca su obra

El escultor surrealista Leandre Cristòfol falleció ayer en Lleida a los 90 años de edad. Cristòfol, que se mantuvo siempre alejado de los circuitos artísticos tradicionales, estaba considerado como un vanguardista intuitivo, cuya obra, aunque pionera en el campo de la abstracción, no se recuperó para las jóvenes generaciones hasta principios de los años ochenta. Cristòfol será enterrado hoy en su población natal, Os de Balaguer (Lleida).

"Admiraba mucho a Cristòfol porque fue unos de los primeros en hacer escultura abstracta y porque su trabajo sigue aguantando el paso del tiempo", afirmaba ayer el poeta Joan Brossa. "Era una persona solitaria, que se enorgullecía de que podía enseñar toda su obra porque nunca había vendido nada de sus trabajos artísticos. En este sentido, era un artista puro que entendía el arte como un acto de libertad". A juicio del escultor Jaume Plensa, "Cristòfol era un gran escultor cuya principal cualidad era la diversidad de su trabajo". Leandre Cristòfol nació en 1908 en el pueblo leridano de Os de Balaguer, en una familia campesina. A los 14 años se trasladó a Lleida para aprender el oficio de carpintero y ebanista, calificativos con los que continuó definiéndose a sí mismo hasta el final de su vida. Compaginó este aprendizaje con los estudios de dibujo artístico, que le acabaron orientando hacia la escultura. Considerado como una de las figuras pioneras del surrealismo escultórico español, Cristòfol ha participado en numerosas exposiciones, y su obra está representada en diversos museos, entre ellos el Reina Sofía de Madrid y el Museo Nacional de Arte de Cataluña, a los que estas piezas han llegado en forma de legados o donaciones.

En 1933, escribía: "He iniciado un camino hacia nuevas formas; camino en el que creo encontrarme en el principio del principio". No exageraba, ya que había conseguido dar vida a la obra Del aire al aire, considerada por algunos especialistas como una de las mejores creaciones surrealistas. En aquella época, entró en contacto con los núcleos vanguardistas de Lleida, Barcelona y, a través de Benjamin Péret, de París. Su internamiento en campos de concentración en Francia y Marruecos después de la guerra civil le desconectó de los movimientos artísticos. En la posguerra vivió algunos años en Barcelona, pero no consiguió integrarse en el ambiente artístico y regresó a Lleida, donde ha residido hasta su muerte.

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