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LEGANÉS

Respiramos en el sexto

Aunque al final la tarde se salvó, por un único toro con presencia y casta, a la que se unió una embestida noble, resultó el festejo un fiasco, por la pobre presentación de los toritos, su escasa cara y una falta de temperamento y pujanza que daba vergüenza. Cuando irrumpió el primero y el tercero en el ruedo, las protestas del público fueron sonoras, ante la birria de cuernos que lucían los de Alberto Cunhal. Pero en última instancia se pudo respirar casta y torería. Eugenio de Mora en su primero tuvo una actuación entonada. Comenzó la faena de muleta de rodillas, pases por los dos pitones que los tendidos agradecieron. Le sacó al torejo los pases que tenía, y al segundo intento con la espada agarró una estocada suficiente y eficaz.

Cunhal / Barrera, Morante, Mora

Cinco toros de Alberto Cunhal, chicos, muy pobres de cara y varios sospechosos de pitones, de escaso juego; y el 6º de Loreto Charro, noble y encastado. Vicente Barrera: silencio; aviso y silencio. Morante de la Puebla: aviso y silencio; silencio. Eugenio de Mora: petición y saludos desde el tercio; dos orejas, salió a hombros.Plaza de La Cubierta, 16 de Agosto. Un cuarto de entrada.

En el sexto Eugenio de Mora convenció, al aprovechar el buen toro único limpio de pitones de la tarde, que le tocó en buena suerte. Una faena de muleta completa, bien comenzada y cerrada con enjundia. Tres series de redondos ligadas del torero toledano, aclamaron los tendidos. Tandas de redondos abrochados con largos e interminables pases de pecho. La faena creció, no obstante, al echarse la muleta a la mano izquierda. Se fue centrando y ganó en intensidad y torería. En especial la segunda serie de naturales, lenta, con el burel rebozado en la tela roja rítmicamente manejada.

Morante de la Puebla, a su noblón primero pudo saludarle con unas bonitas verónicas, mecidas y rematadas de media artística. En el trasteo de muleta, apuntes de estilo y recortes de bello trazo. En su segundo Morante no tuvo oportunidad ni de cuidarle, tal era su endeblez y descastamiento, daba lástima el bicho. Vicente Barrera, ante un lote impresentable, tuvo una tarde monótona y para olvidar. Las faenas estaban pensadas como de antemano, y resultaba su labor de una frialdad e impavidez machaconas. A su primero lo único que se le podía hacer era espantarle las moscas golosas. A su segundo, más entero, le aplicó pases cortos y toreo de parón, metido en la oreja del burel y de perfil.El público aplaudió al sexto como un acontemiento. Pero el resto de la corrida había sido un fraude de altos vuelos que daba pena.

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