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La primacía del espectáculo sobre el arte abre una crisis en los museos de EEUU

Las deserciones dejan vacantes 20 plazas en la dirección de centros artísticos

Un chiste publicado esta semana en la revista The New Yorker mostraba el edificio de un gran museo con un cartel que rezaba "Sólo por una semana. Los 100 mejores cuadros de todos los tiempos". El dibujo ilustra una grave preocupación en el inflado circuito museístico de EE UU, donde los criterios comerciales y de espectáculo de instituciones como el MOMA o el Guggenheim han convertido los cargos de directores en puestos empresariales. El desánimo de los profesionales ha provocado que 20 plazas de directores de museos se hallen vacantes en Estados Unidos.

Una serie de directores de importantes museos de EEUU han explicado recientemente al diario The New York Times por qué su trabajo no les interesa y, en algunos casos, por qué han dimitido para retirarse anticipadamente o reciclarse en el mundo de las subastas. "En cuanto cierras una superexposición, tienes que abrir otra. Los museos compiten entre sí saltando y gritando: "¡Mírame, mírame!" (E.A. Carmean Jr., Memphis Brooks Museum of Art). "Para dirigir un museo hoy día tienes que ser un oportunista, aprovechar cualquier recaudación de fondos y los contactos sociales. La cháchara de cóctel no es mi forma de pensar". (Marcia Tucker, New Museum of Contemporary Art, Nueva York).El debate sobre la hipercomercialidad de los grandes museos se remite por lo menos a los años ochenta, coincidiendo con el auge del mercado del arte. Pero ahora parece claro que se trata de una avenida sin retorno y no hay más que mirar a la enorme exposición de motos en el Guggenheim para darse cuenta de las razones. Esta muestra es el equivalente museístico de la película Armageddon en las pantallas de cine de este verano: hasta 5.000 personas la visitan cada día y el Guggenheim espera recaudar sólo con la venta de entradas más de un millón de dólares (unos 150 millones de pesetas).

"Los directores empiezan a parecer desesperados", afirma The New York Times. "Pasan el tiempo cortejando a personajes de la alta sociedad y viudas ricas, esperando a la vez una bonanza de donaciones financieras como la que se produjo en los años ochenta".

La peculiar situación que se está produciendo es que los museos reciben cada vez más visitantes (el Metropolitan Museum de Nueva York, por ejemplo, calcula que cinco millones de personas al año pasan por sus galerías) y venden más artículos en sus tiendas de regalos, pero al mismo tiempo la Asociación de Museos Americanos asegura que nunca ha habido tantas plazas vacantes en la dirección de esas instituciones: unas 20 en total.

Esta asociación, en su agenda para el próximo trienio, advierte que "la congelación o disminución de subvenciones públicas para museos hace que la competencia por fondos privados sea más dura (...) Cada vez se dan más casos de agotamiento entre los altos ejecutivos de los museos y por lo tanto un déficit de personas cualificadas en este campo".

Los importantísimos Whitney Museum of American Art y el Dallas Museum of Art, por ejemplo, están ahora mismo sin director, mientras que los titanes del sector, como Thomas Krens, en el Guggenheim, y Philippe de Montebello, en el Metropolitan, sobreviven a base de políticas de expansión y espectáculo, conjugando su formación académica con sus dotes para llevar a cabo contratos con patrocinadores, empresas de juguetes, vajillas, libros o productos informáticos.

"Hay pocos museos de tan vasto alcance y profundidad que sus colecciones permanentes puedan por sí mismas ofrecer exposiciones especiales con el suficiente atractivo como para competir con cualquier selección de obras prestadas", escribe pomposamente Montebello en la presentación de la oferta del Metropolitan para esta temporada. Así las cosas, parece a menudo una carrera por ver quién tiene el museo más grande.

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