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Atmósfera de verano

A pesar de que en julio la Consejería de Medio Ambiente se vio obligada a informar sobre las elevadas concentraciones de ozono que se registraban en ciudades como Córdoba o Sevilla -y sus posibles consecuencias para la salud-, el origen y repercusiones de este contaminante son cuestiones aún confusas a nivel ciudadano e, incluso, en círculos sanitarios. Algunos medios de comunicación interpretaron de forma errónea que se trataba del ozono estratosférico que, situado a unos 20 kilómetros de altura, nos protege de las radiaciones ultravioletas. Aunque se trata del mismo gas, nada tienen que ver el uno con el otro. El primero (ozono troposférico) es producto de algunas reacciones fotoquímicas en las que intervienen distintas sustancias contaminantes típicamente urbanas, mientras que el segundo es de origen natural. El primero causa daños en la vegetación, en distintos materiales y en la salud de las personas que lo respiran; el segundo hace posible la vida sobre la Tierra. El ozono que se acumula cerca del suelo, en las capas bajas de la atmósfera, se produce al reaccionar óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles en presencia de una radiación solar intensa, lo que explica que los índices más elevados de este contaminante se registren en primavera y verano. Los óxidos de nitrógeno tienen su origen, sobre todo, en las emisiones de los vehículos a motor, mientras que los compuestos orgánicos volátiles proceden de los gases de combustión, de la evaporación de combustible en depósitos y estaciones de servicio, y de los disolventes usados, por ejemplo, en pinturas y barnices. Combinación Cuando se combinan estos elementos (contaminantes, sol y elevadas temperaturas) comienza a generarse ozono en grandes cantidades. Si, además, el régimen de vientos no ayuda a la dispersión de este gas, pueden alcanzarse elevadas concentraciones. La Unión Europea obliga a informar a los ciudadanos sobre estos episodios cuando los índices de ozono sobrepasan los 180 microgramos por metro cúbico en una hora, situación que puede afectar a personas especialmente sensibles y que el pasado año se dio 11 veces en Sevilla (todas ellas en la cabina de medición situada en la calle Torneo) y una vez en Motril (Granada). En julio se registraron situaciones similares en distintos municipios de la región, Sevilla y Córdoba entre ellos, llegándose en algunos casos a medir concentraciones cercanas a los 250 microgramos por metro cúbico (Alcalá de Guadaira, Sevilla). Hasta ahora nunca se ha alcanzado el umbral de alerta (360 microgramos), circunstancia en la que se podría ver afectada la salud de la población en general. El ozono es un gas altamente tóxico, con propiedades oxidantes. Los primeros síntomas que se detectan tras una exposición al mismo son tos, dolor de cabeza, irritación de garganta, náuseas y dolores en el pecho al respirar profundamente, aunque en los niveles máximos que se vienen registrando en las ciudades andaluzas este tipo de alteraciones solo se producirían en personas muy sensibles, como niños o ancianos, o aquejadas de alguna enfermedad respiratoria. En aquellos casos en los que las autoridades advierten de una alta concentración, circunstancia que probablemente volverá a repetirse a lo largo del verano, estas personas deberían evitar cualquier esfuerzo o actividad intensa al aire libre. Las repercusiones sanitarias de este contaminante aún se están investigando, ya que la preocupación por el ozono troposférico es relativamente reciente. En Estados Unidos, la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) apunta la posibilidad de que este contaminante reduzca la capacidad del sistema inmunológico para hacer frente a infecciones respiratorias. La vegetación también se ve afectada. El ozono daña las células vegetales, provocando la aparición de manchas en la hojas. La producción de algunos cultivos puede verse mermada por la presencia de este gas en la atmósfera. Estas situaciones son de difícil control ya que en el medio rural no suelen ubicarse cabinas de medición, por más que el ozono originado en las urbes suela trasladarse, en elevadas concentraciones, a sus áreas periféricas.

Canales de información

En Andalucía, y al margen de las situaciones en las que se rebasan los índices de información obligada, se pueden consultar las mediciones diarias de ozono en distintas localidades a través de Internet, visitando la página web de la Consejería de Medio Ambiente (www.cma.caan.es). Al margen de los índices numéricos, recogidos en un informe diario de calidad ambiental, no se facilita ninguna otra información complementaria. El Ministerio de Medio Ambiente, sin embargo, mantiene una web específicamente dedicada a este contaminante (www.mma.es:8088/cgi-bin/php.cgi/ozono/welcome.pht), en donde es posible resolver numerosas dudas sobre la materia y examinar la situación en las distintas comunidades autónomas. Idéntica fórmula ha elegido el gobierno catalán (www.gencat.es/mediamb/cast/aire/e_ozo.htm) que, además, facilita los niveles de ozono a través del teletexto de su televisión autonómica. La Comunidad de Madrid, por su parte, ha editado este verano un folleto explicativo del que se han repartido 40.000 ejemplares y en el que se incluyen algunas recomendaciones para evitar la formación de este gas tóxico. Las autoridades madrileñas aconsejan, por ejemplo, sustituir el uso de vehículos privados en beneficio del transporte público, utilizar pinturas y barnices que no contengan disolventes orgánicos (como los solubles en agua) y repostar gasolina en las horas de menor insolación. Curiosamente, y al margen de este tipo de recomendaciones que implican a los ciudadanos, ninguna comunidad a puesto en marcha planes para la reducción de esta sustancia a pesar de la preocupación que muestran por el mismo.

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