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Medicina a largo plazo

A. F. E. se mordió la lengua para no exclamar: "¡Cuán largo me lo fiáis!". La lectora explica su caso. Empecemos por el final: tienen que hacerle una resonancia magnética en la Residencia de Vall d"Hebron de Barcelona. Fue y le dieron día y hora: el 28 de diciembre a las 19.30. No es ninguna inocentada. Periódicamente las listas de espera son material informativo. Y pasa como con todo: visto en la prensa o en la televisión, la espera parece menos grave. Cuando se le pone cara y nombre y fecha exacta, el asunto se comprende mejor. Seis meses tiene ella que aguardar para una resonancia magnética. Parece increíble, pero es verdad, que decía un programa de radio de tiempos antiguos. De antes de empezar las colas, dicho sea sin ánimo de volver a ellos. Àlex Rovira, responsable del servicio, explica que funciona al límite. Allí se trabaja 24 horas diarias de lunes a sábado. La capacidad operativa es de unas 10.000 sesiones anuales y este tope se supera en casi 800 cada año. No se puede pedir más. Tampoco los pacientes pueden ser desviados a centros concertados porque los presupuestos dan para lo que dan. Y ya no dan para más. No hay un duro. Rovira cree que las culpas de lo que pasa están repartidas entre la Administración, los médicos, los inspectores y los propios enfermos. Cierto que estos últimos tienen coartada: lo que les duele, les duele. El resto carece de ella. No parece de recibo que los médicos receten pruebas innecesarias para quitarse al paciente de encima, ni que los inspectores ignoren estos hechos ni que la Administración cierre los ojos a lo que, se mire por donde se mire, es un servicio que claramente no funciona. Seis meses de dolor e incertidumbre, por leve que sea, son demasiados meses para cualquiera. Y el caso es que esto no queda así. Rovira asegura que en estos momentos se están dando horas para hacer resonancias magnéticas en el mes de febrero de 1999, siguiendo la filosofía propugnada por la última exposición del Gobierno catalán, que se llama, como es sabido, Ara és demà. Es decir, al enfermo le duele ahora y se le cura, si resiste y hace al caso, mañana, cuando ya ni se acuerda. La lectora hace una pregunta ingenua: los altos cargos del Gobierno catalán, ¿también están apuntados a listas de espera o acaso nunca se ponen enfermos? La respuesta, el 28 de diciembre.

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