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Carmen Iglesias propone revisar la "figura tópica y siniestra" de Felipe II

Felipe II fue un producto de su época: ni más inquisidor ni más antisemita de lo que lo fueron los príncipes europeos de mediados del siglo XVI; tampoco era un fundamentalista religioso. La política de Felipe II la marcó "un contexto europeo absolutista y él como regente de la superpotencia actuó con pragmatismo, con sus aciertos y sus errores", declaró ayer Carmen Iglesias, catedrática de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, durante el curso Felipe II, la monarquía hispánica. Gobierno, ciencia, economía, que dirige en El Escorial (Madrid).

"El problema es que los españoles siguen viendo a Felipe II como en su última época de reinado: siniestro, vestido de negro, encerrado en El Escorial, dirigiendo los asuntos a distancia. Y esa imagen tópica hay que revisarla porque ha cambiado", opinó Iglesias, comisaria de la exposición abierta hasta el 12 de octubre en El Escorial sobre Felipe II.

Él no fue un inquisidor, según la historiadora. "La Inquisición actuó en toda Europa, y muy duramente, no hay que olvidar la quema de brujas en Alemania. Para Felipe II, la Inquisición fue un instrumento para evitar una guerra religiosa que acabaría generando una guerra civil". Esta actitud venía precedida de un sentimiento antisemita que invadía toda Europa. "Antes de la expulsión de judíos aquí, ya habían sido expulsados de toda Europa", dijo Iglesias.

No es Felipe II el que a partir de 1560 se vuelve más rígido, argumentó María José Rodríguez Salgado, profesora de Historia de la School of Economics and Political Sciences, de Londres. "Es la Europa dividida entre católicos y protestantes la que le pide y le presiona porque él es el príncipe más importante de la cristiandad"

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