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Tribuna:GUIÑOS
Tribuna
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Encuentro con la arqueología minera

Es una buena ocasión para visitar la comarca que, origen de la riqueza vizcaína, en la actualidad es la más olvidada de la provincia. Allí, en el Museo de las Encartaciones, adosado a la casa de Juntas de Abellaneda, va a permanecer durante todo este verano una exposición sobre Imágenes de la minería. El autor de este trabajo es Iñaki Izquierdo (Portugalete 1965). Recompone fotográficamente los vestigios que perduran de aquel panorama minero que, conocido desde la época romana, alcanzó su mayor auge, que no esplendor, a finales del siglo XIX. Son los restos de aquello que generó una cultura del hierro que impregnó toda la región y de manera especial la Margen Izquierda del Nervión; lo que el historiador Manu Montero ha llamado California del hierro y se recuerda con nostalgia desde asociaciones culturales como Burdiña que hacen de la lenteja (por su alto componente férrico) bandera gastronómica. Iñaki estudió periodismo en la Universidad del País Vasco. El primer contacto con la fotografía lo realizó en el laboratorio de su Facultad. Más tarde, perfeccionó sus conocimientos con la Agrupación Fotográfica de Sestao. Desde entonces ha participado en distintos concursos y algunas exposiciones pero su trabajo más relevante es el que presenta en esta ocasión. Se trata de una colección con más de cien fotografías que se recogen en un libro. Incluye también un mapa de las Encartaciones, hecho por Ricardo Alonso, que indica los puntos donde se encuentran las principales infraestructuras mineras sobre las que se han realizado las imágenes. Una oferta cartográfica de precisión que, además de su valor didáctico, descubre los caminos y senderos que ha seguido el fotógrafo. Las fotografías son todas en blanco y negro. Huellas de un pasado que nos dan idea clara de aquello que se fue y no volverá. Nostalgias que se mantienen en pueblos y barrios mineros. El horno de calcinación apagado, con la puerta de carga abierta, parece esperar un mineral que nunca llegará. Los lavaderos de ropa no tienen agua ni tejado. La Cooperativa de la Fraternidad Obrera de Ortuella está cerrada. En el poblado de La Elvira, en Galdames, se ha venido abajo hasta la iglesia y los dos pilares del plano inclinado ya no sostienen las vagonetas. Un violento cráter volcánico rompe la armonía del paisaje que se centra en la colina del Montaño. Allí estuvieron las primeras casas de Gallarta hoy sólo queda el vacío. El ferrocarril de Triano ya no tiene vías. Los cargaderos de la ría, en Portugalete y Barakaldo, fuera de servicio, se mantienen erguidos a duras penas. Las tolvas para el lavado de mineral también han enroñecido. El recorrido gráfico sigue saltando de un punto a otro. Aquellos parajes fueron cuna del movimiento obrero y de grandes emporios financieros. Allí están las casas destartaladas de los mineros que se comparan a los suntuosos palacetes de Neguri. Un tímido ejercicio del autor para poner de manifiesto las diferencias exageradas entre los ricos y los pobres. En el interior de las galerías la iluminación artificial ha servido para captar escritos y dibujos que, a modo de pinturas rupestres, hicieron los mineros. En uno de ellos se contempla la caricatura de Alfonso XIII realizada con el humo de una llama de carburo. El resto de las imágenes han recibido una luz suave. Lo importante no son los objetos sino la atmósfera que generan. Algo etéreo, involuntario, que escapa del poder de los signos con una lastimera carga de suspiros y añoranzas. Esta inmersión foto-arqueológica realizada con esmero, que contaba con el precedente de Pachi Cobo en su libro Paisajes industriales, publicado en 1986, ha cerrado una etapa obligada. Ahora es momento de encontrar nuevos puntos de partida para liberar los destellos de la luz encartada.

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