Pendiente para septiembre
Avanza inexorable el mes de julio y quien más quien menos se sumerge suavemente en lo que los alemanes llaman el Sommerloch, algo así como el sumidero del verano. El tiempo se remansa y la actividad tiende a detenerse; se hace espesa la transmisión social y las actuaciones políticas apenas si resuenan entre una población poco dispuesta a abandonar la privacidad que da el estío. En ese estado de cosas, los asuntos públicos se aplazan y quedan (cuando quedan) pendientes para septiembre. En nuestro caso, prácticamente todo ha quedado pendiente para septiembre. Arrancó el curso político con optimismo (más aparente que objetivable: veníamos de las jornadas de julio y había quien todo lo fiaba a la movilización), y hoy la sensación de desconcierto es general. La percepción de crisis es de tal magnitud que las propias elecciones de octubre, que en buena lógica debían servir de revulsivo ante la crisis, se viven por contra como otro elemento de incertidumbre más. A pesar del tiempo transcurrido desde la promulgación de los candidatos y los nuevos medios de publicitación utilizados, apenas si conocemos nada de los programas en liza o de los líderes que encabezarán esos proyectos. Apenas nada del PSE-EE que trascienda la grisura pública de Redondo Terreros y la abstracción de su propuesta trinitaria (paro, cultura plural, pacificación). Nada sobre el PP salvo su firmeza ante el crimen totalitario (que no es poco) y la juventud de Carlos Iturgaiz. Y apenas nada tampoco sobre Juan José Ibarretxe y su imagen amable y tecnocrática (ensombrecida estos días por el renovado protagonismo de Arzallus). Cuestión pendiente, por tanto, para septiembre. Tampoco el juicio contra los GAL servirá para establecer una pedagogía (si ello fuera posible tras la sentencia) sobre la superioridad intrínseca del sistema democrático, no ya para autodepurarse, sino para depurar los aparatos policiales heredados del franquismo, asunto tantas veces reivindicado como ahora olvidado. Para septiembre también la posibilidad de sopesar los efectos que sobre el entramado violento tienen las medidas legales (que no policiales) que se siguen de la detención de miembros del consejo de administración de la empresa editora de Egin. Claro que el tema es sumamente delicado y se deberá actuar con extremo cuidado para no lesionar derechos fundamentales. La sensación de impunidad debía ser tal que, al parecer, se permitieron mezclar en Egin actividades estrictamente delictivas con corrientes genuinas de información alternativa. De ahí que urja conocer el peso de las pruebas que justifiquen un cierre cautelar del diario. Durante el verano tal vez las conozcamos, pero quedará para septiembre sopesar su impacto en toda su dimensión. Y para septiembre un asunto capital: conocer cuál de las dos almas que anidan en el PNV prevalecerá en la estrategia de ese partido. Si prevalece la comunitaria e irracional (de la que Arzallus es propagandista estos días en Barcelona, y lo es Egibar siempre), tal vez el PNV pierda votos, pero la sociedad vasca no conocerá sosiego pues será para arropar y dar respetabilidad a HB. En definitiva, para perpetuar ETA haciendo que su violencia cobre un sentido político práctico, resulte funcional para sus fines de acaparar más poder. Si, por contra, prevaleciera la pragmática y demócrata, tal vez nos tocara soportar más años de gobierno democristiano, pero eso es infinitamente mejor que el ascenso protonazi. Quedan para septiembre tantas otras cuestiones prácticas (definición de infraestructuras, de áreas urbanas, de una política contra el paro, etc.). Para septiembre o para más adelante. Y para más adelante, tal vez para después del 25 de octubre, el afianzamiento de un liderazgo social del que hemos carecido desde que Jáuregui marchara a Madrid y Ardanza se retirara a mascullar su Plan. Un liderazgo social vital en toda sociedad y que no tuvimos en el curso que tan mal acaba.
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