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Reportaje:EXCURSIONES: PINOS LARICIOS DE GUADARRAMA

El misterio del bosque plateado

Árboles de hasta 500 años de edad han sobrevivido ocultos en un monte sobre el embalse de La Jarosa

La vida en sí ya es todo un misterio: añádase a este arcano primordial el enigma de un bosque que ha permanecido oculto dentro de otro bosque en tierras madrileñas hasta fecha relativamente reciente y la asombrosa revelación de que alguno de sus árboles data de tiempos de Isabel y Fernando, y se tendrá una bonita historia detectivesco-botánica a medio camino entre Dioscórides y Agatha Christie.Allá por el año 1860, el ingeniero de Montes don Máximo Laguna y Villanueva andaba de inspección por el término de Guadarrama cuando descubrió, estupefacto, "cómo a unos tres cuartos de legua al oeste del pueblo", varios cientos de pinos laricios se entremezclaban con muchos otros silvestres y resineros. "No deja de ser notable", consignó el insigne forestal, "que esta especie de pino, en un sitio tan próximo a la Corte y no muy distante de la carretera, no haya sido notada e indicada aún por nuestros botánicos, tanto más cuanto que el color blanquecino, casi plateado a veces, de su corteza hace reconocerla a larga distancia".

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El hallazgo no era baladí, ya que se trataba del único bosque que de este elegante árbol de fuste plateado -a diferencia del silvestre, que lo tiene de color salmón, y del resinero, casi negro- había, y hay, en nuestra región. Quedaba por determinar, empero, si su origen era natural o fruto de viejas repoblaciones. El hecho de que en 1907 se contabilizaran 3.187 pies de laricio y 5.317 en 1971, pese al escaso repoblado, vino a apoyar la hipótesis del carácter autóctono de este pino; lo cual añade, si cabe, más rareza al caso, pues sus masas más lozanas suelen darse en terrenos calizos -sierras de Cuenca y Cazorla- y no en parajes graníticos como éste.

Pinos de 500 años

Y quedaba por fijar, asimismo, la edad de sus ejemplares más notables. A tal efecto, expertos en árboles de la Comunidad de Madrid anduvieron en 1992 por esta floresta haciendo sus mediciones con la barrena Pressler -un artefacto que efectúa una pequeña cala en los troncos y permite contar los anillos anuales de crecimiento-: ¡500 años dio el que más! Y no es ciertamente el menor de los misterios que envuelven el pinar el que su decano se haya librado durante medio milenio de los incendios, los rayos, las plagas... así como de las talas que periódicamente se verifican en este monte.Los pinos más vetustos se hallan, según los mismos expertos, a la vera del regato de la Hilera, el cual nace en el cerro Carrasqueta y es un modestísimo tributario -ni siquiera figura en los mapas- del arroyo de la Calle de los Álamos, que, a su vez, desagua en el embalse de la Jarosa. Para verlos, nos acercaremos en coche al puerto de Guadarrama y doblaremos allí hacia Peguerinos por una carreterilla de firme poco firme, siguiéndola unos tres kilómetros hasta topar una arruinada cruz de piedra, cerca de la cual aparcaremos nuestro vehículo.

Otros tres kilómetros (mas ahora a pie) por el asfalto, y nos plantaremos en el collado de la Mina, donde enlazaremos con el sendero GR-10. Siguiendo sus señales rojas y blancas hacia el sur, coronaremos el cerro de la Salamanca -ojo al panorama de todas las cumbres de la sierra, el embalse de la Jarosa y el Valle de los Caídos-, rodearemos los mogotes graníticos del risco del Palanco y llegaremos, a dos horas y media del inicio -unos ocho kilómetros en total-, al collado de 1.562 metros de altura previo al cerro Carrasqueta, en el que una docena de pinos laricios anuncian ya el esplendor y la grandeza del bosque plateado.

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Aquí abandonaremos el GR-10 y, rebasando la portilla que queda a mano izquierda, bajaremos por una pina senda hasta la pradera de la Covacha, para tomar a continuación a la derecha por una pista forestal que, un kilómetro más allá, comienza a descender por la vaguada del arroyo de la Hilera entre los más viejos pinos laricios del lugar.

Por la misma pista forestal, pero ahora siguiendo la dirección contraria, hallaremos un nítido desvío a seis kilómetros del arroyo que nos conducirá de vuelta hasta la pétrea cruz abatida donde principiamos esta gira.

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