Abortado
El primer referéndum del Portugal democrático se ha saldado en fiasco. Una participación por debajo del 30% hace inútil una consulta que desde su mismo alumbramiento ha estado plagada de contrasentidos. Gobierno y Parlamento deberán decidir ahora qué hacer formalmente con un texto legal ya aprobado por el legislativo y que la indiferencia popular ha enviado al limbo antes de ver la luz.Los portugueses han dejado una patata caliente en manos de sus representantes políticos, ridiculizados por el pueblo soberano. En Portugal, con 10 millones de habitantes, se practican al año unos 300 abortos legales. El resto, hasta cerca de 20.000, alimenta una floreciente industria clandestina, de la que también se beneficia España, y es una señalada causa de muerte entre las mujeres del país vecino. Unas diez mil portuguesas son tratadas cada año de complicaciones subsecuentes a la interrupción del embarazo.
La fallida consulta abre serios interrogantes sobre la menguante influencia de la Iglesia católica, de exaltada militancia en Portugal, y la ratificacion de decisiones parlamentarias en consulta popular. Entre sus incongruencias, no es la menor la de sus padrinos socialistas, que no han hecho campaña a favor de su criatura política porque el primer ministro, Antonio Guterres, es un católico practicante y está en contra del proyecto que los suyos sacaron adelante en el Parlamento. Para mayor escarnio, el partido gobernante sólo aceptó someter a consulta la ley, en febrero de este año, a instancia de la oposición socialdemócrata, que también se desentendió luego del referéndum.
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