El prisionero alado vuelve a Kiev
Responde al nombre de UR-76721, está domiciliado en Kiev, tiene un estómago con capacidad para transportar por el aire 40 toneladas, una velocidad máxima de 850 kilómetros por hora y desde el 14 de abril del año pasado ha permanecido estacionado forzosamente en el aeropuerto de Foronda. Es un avión, un ser inanimado, pero ha cumplido una condena propia de humanos: un año, dos meses y 11 días. Hasta que esta semana trece mecánicos y tripulantes ucranios han aparecido en Vitoria para pagar la fianza por liberarlo: 4 millones de pesetas. La aeronave cumplía tareas de carga. Se trata de un modelo Ilyushin 76 fabricado en la antigua Unión Soviética, conocido con el apodo de Candid en la OTAN, Gentle Giant en la Jet Air Cargo suiza y Gajraj en las Fuerzas Aéreas indias. Pertenece al Estado de Ucrania, pero lo utiliza en régimen de alquiler la compañía privada BSL, también de aquel país. Un día salió de Ostende (Bélgica) con destino a Belgrado. Allí, en la capital yugoslava, cargaron en su bodega unas cajas de madera identificadas como "elementos electrónicos" y , tras una escala en Atenas, llegó a su destino final, el aeropuerto de Foronda. Cuando los receptores del cargamento descargaron las cajas en dos camiones con matrícula francesa, el Servicio de Vigilancia Aduanera comprobó que aquellos "elementos electrónicos" eran en realidad 900.000 cajetillas de tabaco rubio de contrabando. No hubo forcejeos, ni intento de fugas, aunque para evitar tentaciones se colocó un camión de bomberos delante de las ruedas del cuatrimotor. La policía bautizó la operación con el nombre de Tupolev, la otra marca fundamental de la aeronáutica soviética, y desde aquel ajetreado 14 de abril, el avión ha sido objeto de batallas diplomáticas y judiciales. Los miembros de la tripulación, además de otros dos cómplices navarros, cumplen en nuestro país penas de entre dos y medio y tres años de prisión, y multas cercanas a los 6.000 millones de pesetas. Pero en el caso de los súbditos ucranios no será por mucho tiempo. "El juez acaba de determinar su expulsión del territorio español a petición de los abogados", afirma el cónsul de Ucrania en Madrid, Andrei Vitsenko. "Ellos no son culpables. Eran trabajadores que cumplían su deber: llevar una mercancía de un lugar a otro". Pugna diplomática Mientras los ocupantes estaban entre rejas, su vehículo también seguía inmovilizado. La sentencia interpretó que el Ilyushin había sido utilizado con fines delictivos y que, según la nueva legislación, debía venderse en subasta pública. Su valor está calculado en aproximadamente 5.000 millones de pesetas. Ahí intervino entonces la Embajada ucrania, al interponer un recurso ante la Audiencia Nacional aclarando que el propietario real del avión es su Gobierno y que, dado que los bienes de un Estado no los puede vender otra nación, se le debía devolver. En el proceso llegó a intervenir el Ministerio de Asuntos Exteriores español, que defendió los argumentos expuestos por Ucrania y trató de evitar un conflicto diplomático alrededor del aparato. El juzgado número 6 de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dio la razón al Gobierno ucranio el pasado 30 de abril. El avión quedaba en libertad, pero para ello se ha tenido que pagar una fianza para recobrarla por completo: los cuatro millones de pesetas que supone de coste los 14 meses de forzoso aparcamiento en la plataforma de Foronda. "En realidad, significa menos que el estacionamiento de un coche. El coste es de 10.000 pesetas por día. Es un aeropuerto de categoría baja, uno de los más baratos de Europa", señala un portavoz de Foronda. Por si se complica más el asunto, desde Ucrania se han apresurado a repatriar la aeronave. Esta semana han llegado trece mecánicos y tripulantes de la compañía aérea privada BSL para realizar la obligada revisión en un aparato con tan largo descanso y ponerlo de nuevo en condiciones de emprender el vuelo. Saldaron la cuenta pendiente, regresaron a su país y devolvieron el dichoso avión a su propietario. De momento se desconoce su futuro. Quién sabe si volverá a tener destinos más amables que el contrabando de tabaco. Como aquel viaje que realizó varios años atrás para la ONU, al transportar medicamentos y alimentos a África en misión humanitaria.
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