Ruido urbano
Cada vez me resulta más insufrible el nivel de ruidos urbanos en Madrid, sobre todo cuando llega el buen tiempo.Parece que es ahora cuando todos aquellos que tienen algo que ver con la construcción, el soldado, el enlosetado, adoquinado, taladrado, etcétera, de las calles de la ciudad se echan a las calzadas a hacer su negocio, sin importarles mucho tener en cuenta que resultaría más llevadero para los ciudadanos -es decir, para los contribuyentes que pagan su trabajo- que las obras se escalonaran de tal manera que la vida en la ciudad resultara más sencilla de lo que ellos la hacen.
Pero es inútil, todos los años sucede lo mismo. Es reconfortante ver cómo nuestros hijos, enfrascados en sus exámenes, amén de la manía de ponerse la música mientras estudian, han de tener otro motivo de desconcentración con esas espléndidas hormigoneras, a las que deseo que los dioses confundan de una vez.
Claro que también se producen podas tardías, a base de motosierra y esos utensilios tan discretos. Lo mejor, pese a todo, son las taladradoras. ¿Se ha fijado el avisado peatón de que resulta imposible que alguien del mundo de la ingeniería haya sido capaz de diseñar un monstruo más ruidoso que la funesta taladradora? Ya que vivimos la era del diseño por ordenador, si es que realmente los ordenadores sirven para ordenar algo, ¿no habría algún hombre o mujer de buen corazón que diseñara la vida urbana desprovista de ese infernal ruido que Madrid genera?
El otro día se publicó en sus páginas una entrevista en la cual un señor decía muy juiciosamente que el déficit auditivo de miles de madrileños procede de traumas vinculados al ruido urbano. ¡Ojalá las autoridades se den cuenta de ello, antes de que sea demasiado tarde!- . .
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.