"Tecno-resaca"

Tras tres tecno-electrónicos días, algunos han entrado en cortocircuito. A mediodía de ayer, en el patio de la Casa de la Caritat, bajo un sol de wolframio, una chica oscilaba graciosamente entregada a un Dj que no salía de su asombro ante tamaña resistencia. Dudaba entre darle más caña o gritar: «¡Camilleros!». Las escasas conversaciones giraban en torno a la hora de retirada de la jornada anterior: las siete, las ocho, las nueve. Estimables contorsionistas de la pasada noche yacían despatarrados junto a las instalaciones de arte electrónico. El cine -Sónar Cinema- estaba lleno, aunque a varias parejas entrelazadas en los pasillos parecía que no les importaban un pimiento las consideraciones técnicas que vertía desde la pantalla un tipo llamado Kid Koala. El día volvía a ser un puente doloroso pero indispensable para alcanzar la salvífica orilla de la noche. Y la noche volvería a ser ese espacio festivo, ancho y pulsátil donde cualquier teoría, reivindicación estética, ideología o tribu se disolvía en sudor, sonido y hedonismo. Consideraciones más pragmáticas: vuelve la falda-pantalón, pero no como síntesis sino como exceso: pantalón y falda encima. Es comentario general que el tecno resulta bastante hippy. O sea que, pese a lo aparentemente cool del asunto, en verdad esto es cálido, fraternal y desestructurado. Es verdad que es difícil mantener barreras cuando la música te masajea hasta el bazo. Por la noche hay gente que se pone tapones en los oídos. Parecerá este un uso raro para un concierto, pero es que da igual: los graves entran por la piel. Tecno- ósmosis.
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