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Lo que el tiempo se llevó

Los jueces de Turín investigan una nube tóxica que se extiende por el norte de Italia, y por el sur de Francia, Suiza y Alemania, desde finales de mayo. La fuga de cesio radiactivo ocurrió en Algeciras, pero aquí nadie dijo nada: en Algeciras no existió. O no la detectaron hasta el 9 de junio, cuando la empresa Acerinox comunicó al Consejo de Seguridad Nuclear que tenía un filtro de humos contaminado: en su fábrica habían quemado chatarra radiactiva. Pero nadie sabía nada en España hasta entonces, a pesar de la alarma en Europa. No nos hubiéramos enterado de lo que pasaba en Algeciras si no llega a ser por las investigaciones de la magistratura italiana o las páginas de los periódicos franceses o alemanes. En otro tiempo más triste, hace ya muchos años, uno se enteraba de una huelga que había en su ciudad, a cien metros de su casa, por lo que contaba una emisora de radio que emitía en París, Londres o Praga. Parece que cuajó entre las autoridades la costumbre del silencio y el secreto: no sucede lo que no se cuenta. Y la desconfianza se hizo costumbre entre los ciudadanos. Las explicaciones sobre Acerinox que dan los responsables del CSN y el Ministerio de Industria aumentan nuestra incredulidad y recelo: estaciones de control de cuatro países detectaron una nube de cesio 137 procedente de Andalucía, pero ni en Andalucía ni en toda España la nube tóxica resultó perceptible. Y añade inmediatamente el presidente del CSN: excepto en Palomares, Almería. Pero el CSN guardó precavido silencio porque los niveles de cesio registrados en Almería no eran normales, pero tampoco eran peligrosos. En Toulon y en Turín los responsables del control sí avisaron. Y precisaron: los niveles de cesio 137 son anormales, pero sin peligro para la población. El ministro de Industria aventuró la posibilidad de que el humo venenoso procediera de un pobre equipo de rayos X quemado como basura en el horno de Acerinox. El ministro olvidó de repente que el presidente de Acerinox había reconocido la presencia de cesio 137 en la chatarra utilizada por la fundición: unos desaprensivos lo engañaron y le vendieron chatarra radiactiva. Si es verdad lo que cuenta el hombre de Acerinox, la población tiene razones de sobra para estar muerta de miedo: una empresa como Acerinox carece de sistemas de control y análisis de los residuos que compra para sus factorías. E inmediatamente Acerinox acusa: la contaminación no procede de donde se quema la chatarra, sino de donde la venden, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Alemania. Ahora los ecologistas dicen que Acerinox ya había sufrido sanciones por no declarar que en su fábrica recibe chatarra radiactiva. Existe una red internacional de tráfico de residuos radiactivos tramada de silencios y complicidades, y nuestros gobernantes dominan a la perfección el arte de esperar que el tiempo se lleve la inquietud y la prevención de los ciudadanos. La Junta de Andalucía calla sistemáticamente hasta que se produce algún notorio desastre: Aznalcóllar es un ejemplo; Acerinox parece, por fortuna, sólo un aviso.

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