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El "brujo" Carlos Castaneda muere con el misterio que caracterizó su vida y su obra

Sus 10 libros, publicados en 17 idiomas, fueron grandes éxitos de ventas dentro y fuera de Estados Unidos, tenía decenas de millones de lectores en todo el mundo y una vez había sido portada de la revista Time con el calificativo de «líder del Renacimiento Americano». Pero murió tan secretamente como había vivido. Hasta el punto de que el mundo se enteró ayer de la noticia, cuando, con casi dos meses de retraso, la contó Los Angeles Times. Era Carlos Castaneda, autor de la serie de libros sobre las enseñanzas del mago indio Don Juan, y un mito de la espiritualidad en los años 70.

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Un encuentro casual

Castaneda tenía unos 70 años aunque, como en muchos otros aspectos de su biografía, nadie ponía ayer la mano en el fuego sobre la exactitud del dato. Según algunos registros oficiales norteamericanos, nació el 25 de diciembre de 1925 en Cajamarca (Perú); según otros, el 25 de diciembre de 1931 en Sao Paulo (Brasil). Lo cierto es que, según informó a Los Angeles Times su amiga y albacea testamentario Deborah Drooz, falleció el pasado 27 de abril en su casa de Westwood, en la gran metrópoli californiana. De cáncer de hígado.Personaje tranquilo y misterioso, Castaneda fascinó a millones de personas en todo el planeta con sus cuentos sobre las aventuras mentales inducidas por el consumo de drogas y bajo la dirección de un chamán o brujo de los indios yaqui llamado Don Juan. Esas aventuras, que se inscribían en la cultura de la apertura de las puertas de la percepción de los años sesenta y setenta, son consideradas hoy uno de los pilares del movimiento de regreso a la espiritualidad denominado New age.

«No le gustaba llamar la atención», contó al periódico californiano Deborah Drooz. «Siempre procuraba evitar que le tomaran fotografías o le grabaran la voz. No le gustaba la luz de los proyectores. Por eso, cuando murió, sus amigos no nos tomamos la molestia de emitir un comunicado de prensa». Castaneda, según Drooz, no tuvo funerales de ningún tipo. Tan sólo un rápido y sencillo acto en el que su cuerpo sin vida fue incinerado en la funeraria Culver City. Sus cenizas fueron trasladadas a México, el país que amó con pasión.

Durante la segunda mitad de su vida, Castaneda, que tenía una licenciatura en antropología por la Universidad de California, dijo ser el aprendiz del chamán yaqui Don Juan Matus. Contaba que había encontrado al brujo en Arizona buscando plantas medicinales. Don Juan le había llevado a Sonora (México) y allí había comenzado a enseñarle los secretos del misticismo tradicional de los indios de la frontera.

Su primer libro, Las enseñanzas de Don Juan: el camino yaqui hacia el conocimiento, apareció en 1968, el año de las grandes revueltas culturales y políticas de los jóvenes europeos y americanos. En las secuelas de ese libro, Castaneda contó la continuación de un aprendizaje de 12 años con Don Juan.

Castaneda describió los viajes sobrenaturales a través del tiempo y el espacio que, bajo la dirección del chamán, le provocaba el consumo de peyote, un cactus alucinógeno de las zonas septentrionales de México que las tribus indias usan con propósitos religiosos. En su Tarahumara, el escritor maldito francés Antonin Artaud ya había relatado experiencias con peyote.

Lo que entendemos por realidad es, según Castaneda, una manera simple y ampliamente compartida de ver el universo que puede ser trascendida a través de determinados rituales que exigen disciplina y concentración. Los brujos, decía, pueden ver y usar la energía invisible existente en todos los seres y cosas, pero el camino hacia ese conocimiento es duro y peligroso. En una rara entrevista concedida en 1997, Castaneda explicó: «Don Juan decía que para navegar en lo desconocido como un chamán se necesita un ilimitado pragmatismo, una gran sobriedad y un estómago de acero».

Obras maestras

Los críticos siempre pusieron en duda la existencia de Don Juan pero calificaron de obras maestras los textos de Castaneda. El escritor, no obstante, insistía en que todo era real. «Ésta no es una obra de ficción», escribió en 1981 en el prólogo a su libro El don del águila. «Lo que estoy describiendo es extraño para nosotros y, sin embargo, es real».Como muchos indios, Castaneda se oponía a ser fotografiado o grabado porque ello «es una manera de fijarle a uno en el tiempo». Castaneda decía que Don Juan «no había muerto, sino ardido desde dentro», pero jamás puso en duda su propia condición mortal. «Estoy seguro de que moriré, me gustaría dejar este mundo como Don Juan lo hizo, pero no estoy seguro de conseguirlo», dijo a Time cuando esta revista le consagró su portada.

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