El I+D con las uvas
"En el mundo del vino no se hacen muchos esfuerzos por aplicar la investigación a los nuevos caldos", asegura el viticultor Javier Ochoa. Una de las estrellas de su bodega, "se la quitan de las manos", nace de un plan de I+D (Investigación y Desarrollo) de 1994, algo fácilmente imaginable para una empresa de ordenadores, de automóviles o de extintores, pero no para una bodega. El vino blanco de moscatel de grano menudo fue casi un capricho del bodeguero. Su empeño en que los vinos dulces son buenos y la metódica aplicación de un dinero a unos fines le dio un buen resultado. Hasta entonces la experiencia de Javier Ochoa con los vinos dulces se limitaba a la elaboración más por compromiso que por gusto un vino dulce de iglesia. Espíritu experimental El espítitu experimental de Javier Ochoa, enólogo y bodeguero por tradición familiar, le hicieron en gran medida, según sus propias palabras, abandonar su bodega y dedicarse en 1981 a la investigación. En su pueblo natal, Olite, y de la mano del Gobierno navarro puso en marcha Evena (Estación de viticultura y enología de Navarra). "´Pasé once años, durante siete como jefe del laboratorio. Teníamos una bodega experimental y nos planteabamos como objetivo encontrar variedades que pudieran enriquecer el vino de calidad de Navarra", señala Ochoa. El informe que presentaron fue la base de la inclusión de nuevas variedades de uva en la denominación de origen navarra para la elaboración de vinos. La garnacha tradicional, propia para los rosados y no tanto para los tintos, y la recuperación del tempranillo navarro, estuvieron acompañadas por la inclusión en la comarca de la uva Chardonnay para los vinos blancos y la Merlot y Cabernet Suavignon.
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