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CUMBRE EUROPEA

Kohl enfrenta por primera vez el "interés nacional" de Alemania a la UE

Pilar Bonet

Helmut Kohl parece dispuesto a replantear su mensaje europeísta en la cumbre de Cardiff. El criterio con el que la Administración alemana mide hoy sus pasos se llama «intereses nacionales» y responde, en parte, a las necesidades electorales de canciller, que, a sus 68 años, busca una nueva sintonía con sus conciudadanos, preocupados por las consecuencias del euro. El replanteamiento tiene que ver también con los poderosos jefes de los 16 lander alemanes, cuyos representantes más influyentes y más ricos presionan por la reforma del sistema de transferencias financieras, tanto a escala federal como de la Unión Europea (UE).

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El nuevo tono de Kohl ha sido potenciado por el 13% de los votos que la extrema derecha obtuvo en Sajonia-Anhalt con un mensaje antieuro y xenófobo. Los comicios en aquel territorio de la ex RDA afectaron al mensaje electoral de la CDU. Los democristianos cedieron ante las presiones de la CSU, la Unión Social-Cristiana de Baviera, y su programa cargó las tintas contra la delincuencia y la emigración y pasó a identificar a la Unión Europea con un marco de lucha contra la criminalidad en detrimento de otras funciones.En abril, Kohl ya advirtió que cambiaría de lenguaje en Cardiff y que incluso podría plantear la devolución de competencias transferidas. Tras los nuevos matices está la idea de que de Alemania es un país «normal», con derecho a afirmar sus intereses sin complejos. La interiorización de esta idea es un paso más en el alejamiento de la II Guerra Mundial y del consenso político existente desde entonces. Este cambio tiene una vertiente exterior y otra interior: replantea el lugar de Alemania en el mundo y en Europa (ya sea en relación al Consejo de Seguridad de la ONU o en los conflictos de la ex Yugoslavia) y cuestiona las armonías de la República Federal. Una sociedad más competitiva comienza a afirmarse.

Fondos de cohesión

Las reticencias de los lander ricos, como Baviera, a ser «nivelados» con los pobres, se dirigen no sólo hacia las instituciones federales, que se enfrentan a posibles pleitos constitucionales, sino también hacia Bruselas. En una reunión celebrada esta semana, los dirigentes de los 16 Estados alemanes se pronunciaron por la ampliación de la Unión Europea sin elevar el actual presupuesto (el 1,27% del Producto Interno Bruto) y por abolir los fondos de cohesión para los países que accedan a la moneda única.La carta que Kohl y el presidente francés, Jacques Chirac, dirigieron a Tony Blair en vísperas de Cardiff es distinta de los mensajes que Kohl y Mitterrand se cruzaban en vísperas de la reunificación alemana. En diciembre de 1989, Kohl se dirigía al «querido François» para insistirle en que debían dar «una clara señal política y reforzar el compromiso» para «avanzar resueltamente en los próximos años por el camino de la unión política». Los procesos de entonces en Europa Central, Oriental y Meridional hacían que fuera «más importante que nunca» mantener una «política decidida para continuar la integración europea». Por aquella vía se llegó a Maastricht.

Ahora Kohl y Chirac abogan por una «discusión abierta y objetiva» sobre «el estado actual y las perspectivas futuras del proceso de integración europea». El tema central de su misiva a Blair, sin embargo, es un replanteamiento más estricto del principio de subsidiariedad (la toma de de decisiones al nivel mínimo requerido, ya sea este la región, el Estado o la UE) y la «corrección de deformaciones» orientadas hacia la «supercentralización» en las instituciones comunitarias.

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Junto con Chirac, Kohl, que está muy preocupado por una nueva oleada migratoria de la ex Yugoslavia, pone en el acento en la política exterior y de seguridad común y pide un plan de acción para el próximo diciembre. Alemania, además, quiere un «profundo cambio de las estructuras y servicios de la Comisión» y replantea las reformas de los fondos estructurales.

Bajo la presión de la derecha, Kohl puede sacrificar parte de su capital europeo. Esto empañaría su imagen de estadista, pero no le garantiza la reelección.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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