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Expertos señalan la ría de Huelva como la más contaminada por residuos mineros

Alejandro Bolaños

El desastre como costumbre. El vertido tóxico en el río Guadiamar ha puesto de manifiesto el impacto negativo de los metales pesados en el medio ambiente, pero es en los cauces onubenses del Río Tinto y el Odiel donde estas sustancias llevan años actuando. Informes para la Consejería de Medio Ambiente reflejan que la cantidad de metales "relacionados con la actividad minera" disueltos en la ría de Huelva es superior a la de otros sistemas fluviales. La explicación: filtraciones en explotaciones activas y yacimientos abandonados.

"El apogeo minero", según refleja el informe de Medio Ambiente en Andalucía en 1996, ha llevado a "la contaminación de suelos, aguas superficiales y acumulaciones de sustancias tóxicas en los cauces de ríos y arroyos". Un análisis que define la situación de la cuenca minera onubense.Los ríos Tinto y Odiel confluyen en la ría de Huelva, a la que aportan según el Plan Policía de Aguas, 40.000 toneladas de ácido sulfúrico equivalente al año. Tanto la acidez (pH medios de 2,6 en el Tinto y 3,2 en el Odiel) como la existencia de metales pesados en disolución -en forma de sulfatos-, tienen su origen en aguas de escorrentía. Aguas que lavan acumulaciones "naturales" de metal, pero también, en muchos casos, residuos de explotaciones mineras almacenados de manera poco diligente. Ya sea de explotaciones mineras abandonadas o en marcha, los aportes contaminantes a los caudales ya de por sí ácidos del Odiel y el Tinto son recurrentes. El informe que hizo en agosto de 1995 la empresa Incohinsa para la Agencia de Medio Ambiente sobre la calidad de las aguas de la ría de Huelva destaca que "para los metales relacionados directamente con las actividades mineras (cobre, plomo y cinc), las concentraciones son superiores a los de otros estuarios y sistemas fluviales". Y añade: "en el estudio de efectos sobre organismos el problema básico de la ría lo constituye la presencia de compuestos al nivel del pH de las aguas, siendo los metales pesados los responsables más directos". El informe señala que el origen de los metales pesados que se registran en la ría de Huelva -38.089 toneladas- se deben en un 83% a aportaciones de los ríos, en los que fluyen disueltos hierro, cinc , manganeso y cobre. Las mismas sustancias que han llevado a los científicos a recomendar la recogida urgente de los lodos tóxicos que se derramaron sobre el cauce del río Guadiamar. Las lluvias fuertes y el deterioro marcado por el tiempo superan las escasas medidas de seguridad que rigieron la construcción de multitud de balsas y minas ya abandonadas. Las crecidas de agua superan -a través de grietas y filtraciones- las precarias barreras que acumulan los residuos mineros y llevan los metales pesados a los cauces ácidos del Tinto y el Odiel. No ha sido, sin embargo, un yacimiento abandonado, el que ha llevado altas concentraciones de metales pesados a otro río, el Guadiamar. En la faja pirítica sólo hay otra tres presas similares a la siniestrada en Aznalcóllar, todas ellas en Huelva: Tharsis, Riotinto y Sotiel Coronada. Ésta última presenta un sistema de balsas muy parecido al de Aznalcollar: una para recoger las cenizas de pirita y otra en la que se decantan los estériles y los reactivos químicos sobrantes de la extracción de los metales. Este periódico visitó las instalaciones en Sotiel Coronada, donde la empresa irlandesa Navan Resources explota las minas de Almagrera y de Migollas. En la orilla de la primera de las balsas, montones de cenizas de pirita se acumulan al aire libre en un muelle habilitado para la descarga con camiones. La ceniza es el resultado de la tostación de la pirita para la obtención de azufre. Un lodazal negro aflora en la parte superior de la segunda balsa. El dique apenas supera en una cuarta el nivel del agua ácida y un desagüe en uno de los costados del dique muestra que recientemente se ha aliviado por allí el agua. Según la CEPA, el agua tóxica rebasa a menudo el dique y va a parar, a través del arroyo de El Batán, al río Odiel, en cuyo término se halla el Parque Natural de las Marismas del Odiel. En todo caso, los informes concluyen que no se han registrado concentraciones de metales pesados que superen los límites establecidos en las normativas sanitarias en organismos superiores (fundamentalmente peces) en la ría. Pero aconsejan la incorporación de biomarcadores en las especies primarias: una suerte de chivatos de la contaminación.

Remediar el abandono

Las explotaciones sin actividad son un objetivo prioritario del Plan de Mejora Ambiental, financiado en un 60% con fondos de la UE. En un primer tramo del Plan, una inversión de cerca de 1.000 millones de pesetas entre 1993 y1996, la empresa Egmasa realizó por encargo de la Junta diversas actuaciones en minas de la cuenca del Odiel: restauración de balsas, el sellado de escombreas, construcción de trampas calizas para rebajar la acidez de las correntías... En otros casos, (Confesionario, 20.000 metros cúbicos de material, La Zarza, 100.000 metros cúbicos, o Torerera, 160.000 metros cúbicos) no quedó más remedio que retirar los residuos. La activación del Plan refleja la preocupación de las administraciónes por el impacto de los contaminantes que dejan escapar los yacimientos abandonados. Sin embargo, en el inventario de la Consejería de Medio Ambiente de 1996 se ponía de manifiesto que tal preocupación sólo alcanza, hasta ahora, a un 20% de las explotaciones andaluzas.

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