_
_
_
_
_

Naranjas amargas

Que las naranjas en general, y las valencianas en particular, son una fruta deliciosa y saludable es algo comúnmente aceptado y fuera de toda duda. De sus cualidades gustativas dan fe todos los que, a lo largo y ancho de Europa y durante casi dos siglos, la han tomado y la toman diariamente como postre, y sus virtudes salutíferas están acreditadas por la ciencia médica que, desde el famoso estudio Comed Naranjas del doctor Gregorio Marañón allá por los años 20 hasta la reciente publicación del libro Naranja y salud avalado por el doctor Santiago Grisolía, no ha hecho sino resaltar la influencia positiva sobre la salud de la ingesta de naranjas. Sin embargo, este año los cítricos se han convertido en una agria pesadilla para los que los cultivan y / o comercializan, que asisten perplejos al desarrollo de una campaña marcada por el continuado envilecimiento de los precios tanto en el campo como en los mercados consumidores, si bien unos y otros no hayan disminuido de forma proporcional, ya que mientras en el campo el descenso ha sido del orden del 50% para todas las variedades (excepto los de las satsumas que lo han hecho un 75%), las cotizaciones en los mercados comunitarios han bajado un 16% respecto de las practicadas en la anterior campaña. Atribuir esta situación a una cosecha abundante estimada en torno a los 5,5 millones de toneladas (un 30% más que el pasado año) es sin duda una simplificación que asigna a un solo factor lo que es fruto de la interacción de otros elementos que, sumados, han sido determinantes a la hora de configurar el lamentable resultado final. Partiendo del hecho incontestable de una producción elevada, aunque similar a la de la campaña 1992-93, las primeras dificultades llegaron este año de la precipitación con que se inició la temporada, que, unida a las elevadas temperaturas de finales de verano y principios de otoño, propició la llegada a los mercados de la fruta demasiado ácida y con manchas de piel causadas por la excesiva permanencia del fruto en las cámaras de desverdización. Si a esto sumamos los ataques de la mosca de la fruta, el resultado fue la oferta de un producto de escasa calidad y la consiguiente contracción de la demanda. Como aquélla siguió en aumento no sólo por la abundante cosecha sino sobre todo, y este es un problema capital de nuestra citricultura, por su concentración estacional, que obliga a comercializar el 66% de la producción entre octubre y enero, la continuada presión de la oferta impidió la recuperación de la demanda y por ende de las cotizaciones. Esta concentración temporal de nuestra producción, además de reclamar un gran esfuerzo exportador para comercializar 1,8 millones de toneladas en cuatro meses, tiene tres efectos perversos: La acumulación de la oferta propia en un reducido espacio de tiempo durante el cual el principal competidor de los cítricos valencianos son los propios cítricos valencianos; el posterior abandono de los mercados durante el resto de campaña, dejándolos en manos de otros países productores y obligando a la distribución a buscar nuevas fuentes de suministro; y la infrautilización de la capacidad comercializadora durante buena parte del año con la consiguiente repercusión en los costes. Si partimos de cosechas abundantes y concentradas en el tiempo -algunos hablan de superproducción, concepto que personalmente no comparto ya que, en mi opinión, naranjas de calidad no sobran sino que faltan y, además, si no las producimos nosotros lo harán en otros lugares-, así como del hecho evidente del descenso del consumo de fruta fresca en general y de cítricos en particular, parece del todo punto necesario desarrollar intensas campañas de promoción que incentiven la demanda. Pues bien, esta es otra de las asignaturas pendientes de un sector que, lamentablemente, no ha prestado excesiva atención a la publicidad de sus productos, productos que previamente han de tener una calidad elevada y constante, ser fácilmente identificables y mantener una presencia continuada en los mercados. Producción abundante y espacialmente concentrada, problemas de calidad y ausencia de promoción en el exterior han sido en última instancia factores determinantes en el rumbo negativo de la actual campaña; pero si la realidad productiva es difícilmente modificable, incluso podría ser interesante incrementar las cosechas, pues si algo hay positivo este año es que hemos desplazado a la competencia obligándola a reducir en un 19% sus exportaciones mientras la nuestra aumentaba un 24%; es evidente que la calidad y la promoción dependen exclusivamente de nosotros mismos. De ahí la importancia de que lleguen a buen término las iniciativas de la Consejería de Agricultura e Intercitrus para establecer una denominación geográfica que ampare la calidad de nuestros cítricos sobre la que basar una amplia campaña publicitaria, evitando a toda costa que se malogren por dificultades presupuestarias o políticas de campanario que acaben imponiendo denominaciones poco conocidas fuera de nuestros límites territoriales. Peligros que están ahí a juzgar por las reticencias surgidas a la hora de consensuar una denominación universalmente reconocible, y la que más se ajusta es sin duda "cítricos de Valencia" -pues no olvidemos que hasta bien entrado este siglo así eran conocidas nuestras naranjas en Europa-, y de establecer y recaudar el importe de la campaña de promoción que, para ser eficaz, debe ser forzosamente elevado con independencia de la mayor o menor subvención comunitaria. La pelota está pues en el alero del sector, y de su capacidad y generosidad de respuesta depende que se repitan o no situaciones como la que vivimos este año.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_