: EHELENISTA "Incluso la lengua griega es sólo un instrumento"
En los años sesenta, el escritor Josep Pla manifestó en tertulia su gran deseo de conocer al señor Manuel Balasch, helenista, puntal de la colección Bernat Metge. El deseo estaba relacionado con el otro oficio del señor Balasch, también sacerdote. Pla tenía una curiosidad extrema por saber cómo era aquel ministro de Cristo que se había atrevido a traducir al muy disolvente Aristófanes. Manuel Balasch, uno de los mayores helenistas que ha tenido Cataluña, acaba de cumplir 70 años y éste será su último curso como profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona. Pero su trabajo como traductor continuará incansable: que pueda leerse todo Platón en catalán es la noble aspiración de su vida. Pregunta. ¿Qué se ve en los griegos que no se vea en la vida? Respuesta. Que somos griegos, precisamente. Nosotros somos la suma de la metafísica griega, del derecho romano y de la especulación teológica cristiana. Eso nos ha hecho, y la demostración sólo puede verse en el pasado. P. ¿Y en la lengua griega? R. Mire, yo aprendí mi primera declinación latina a los 10 años y a los 13 mi primera declinación griega. Pero lo que es la lengua griega en realidad tarda mucho en saberse. La lengua griega es un instrumento perfecto. De una potencia expresiva insuperada. P. ¿Qué quiere decir? R. Que es la lengua que mejor ha penetrado en la esencia de las cosas. El verbo griego es un instrumento de una fuerza tremenda. Por eso el griego, en realidad, es intraducible. P. ¿Una lengua perfecta es el fruto de una sociedad perfecta? R. Al menos de una sociedad muy, muy inteligente. Creo firmemente que los hombres más inteligentes que han existido han sido Platón y Aristóteles. Los griegos llegaron al límite máximo del entendimiento humano. Los diálogos platónicos tienen una intensidad abstracta comparable a la operación matemática más abstrusa. P. ¿Ese máximo límite del entendimiento humano en qué se concreta? R. El concepto de concepto es una aportación exclusiva de Sócrates. Sin la inducción socrática, el hombre occidental estaría subiéndose por las palmeras, y lo mismo puede decirse del silogismo aristotélico. P. ¿En su dilatado trato con la lengua le ha descubierto usted una naturaleza inefable? R. No, no, la lengua es un instrumento, sólo un instrumento, incluso el griego es sólo un instrumento. P. Algunas de sus primeras traducciones recibieron críticas: le acusaban de escribir un catalán... intraducible. R. Y en cierta manera eran críticas justas. Hice una traducción de La Ilíada, en 1971, que he rehecho por completo. No me gustaba. P. ¿El qué no le gustaba? R. Yo tenía entonces una obsesión por la literalidad. Así, descuidaba el estilo y la propiedad del catalán que utilizaba. P. ¿Por ejemplo? R. Uno, más o menos anecdótico. En la primera versión de La Ilíada yo hablaba de Aquiles, el de los peus ivarsosos... P. Ya, ya... R. Y claro, ahora he escrito ràpids o veloços. P. ¿Y cómo se convenció de la necesidad del cambio? R. Releo mis textos constantemente. Siempre he sido muy crítico conmigo mismo. Y luego me influyó mucho también la lectura de Pla y de Gaziel. P. ¿Cuánto hace de eso? R. Unos 15 o 20 años. Poco después de cumplir los 50 me di cuenta de que mi catalán tenía que evolucionar, hacerse más inteligible. P. Usted fue uno de los más preciados discípulos de Riba. R. Y bien que me honro. P. Las traducciones de Riba también han recibido duras críticas. R. Lo sé. Hay quien ha dicho, y lo ha dicho en la Universidad de Barcelona, que Riba no sabía griego. Esto es una barbaridad. Riba sabía griego y sabía mucho griego. Sus traducciones son buenas y legibles. La segunda versión de La Odisea -él también hizo dos, una en 1919 y otra en 1943- es muy buena. P. Se ha jubilado, pero sólo de la enseñanza, supongo. R. Claro, claro. Ahora estoy traduciendo el Timeo, un diálogo platónico muy metafísico. Verdaguer se inspiró en el Timeo para L"Atlàntida. El mito de la Atlántida parte de una antigua leyenda griega de la que desconocemos el origen. P. ¿Qué fragmento helénico no le abandona nunca? R. Las últimas horas de Sócrates, en el Fedón. P. En España se ha abandonado la formación clásica de los adolescentes. R. Es una gran desgracia. De hecho ya se intentó mucho antes, con la ley Villar Palasí, que fue el primer golpe serio a las enseñanzas clásicas en el bachillerato. Pero la coincidencia con la muerte de Franco salvó la situación momentáneamente. Por supuesto, no se trata de que todos sepamos latín y griego. Pero Goethe decía que es necesario que todo el mundo sepa griego a su manera. En la cultura griega y latina están nuestros fundamentos y sin ellos nos derrumbamos.
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