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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Farsa en Malabo

EL JUICIO militar que se celebra en Guinea contra más de un centenar de miembros de la etnia bubi acusados de terrorismo y secesionismo -cuatro de ellos, ciudadanos españoles- no es sino una nueva farsa del régimen de Teodoro Obiang. Tan incapaz de entender el signo de los tiempos como de cumplir sus propios compromisos de apertura y democratización tantas veces enunciados, Obiang ha vuelto a utilizar incidentes generados por la desesperación de unos u otros sectores de la población guineana para hacer de nuevo alarde del grotesco cinismo y la falta de escrúpulos que le caracterizan como gobernante.En el cine Marfil, donde fue juzgado y condenado a muerte su tío y antecesor, Macías, el dictador Obiang ha hecho desfilar a decenas de acusados con las marcas de las torturas aún visibles. Todo el juicio, desde la acusación, basada en declaraciones hechas bajo tortura, pruebas que consisten en la ridícula exposición de unas cuantas armas y el alegato del fiscal, es una farsa propia de un régimen que parece empeñado en demostrar que es incorregible e irreformable y que sólo confía en la represión para perpetuarse.

Con tales espectáculos y el amedrentamiento como única arma política no debiera extrañarle al actual régimen de Malabo que tal vez pronto no tenga que inventarse las conspiraciones enemigas. Tan sólo cabe destacar como un tímido avance por parte de las autoridades el hecho de que hayan permitido el acceso al juicio de periodistas extranjeros y observadores de Amnistía Internacional. Esto demuestra que hasta Obiang se ve obligado a no ignorar la presión externa. Es de esperar que piense en ella cuando -al final de esta semana o principios de la próxima- dicte sentencia un tribunal que hará lo que el presidente decida.

Las autoridades de Malabo deben saber que cualquier sentencia irreversible -la condena a muerte- en un juicio tan irregular es una afrenta a toda la comunidad internacional. Y es asimismo de esperar que se lo hagan notar de forma inmediata e inequívoca tanto el Gobierno español como el francés y otros que gustan de buscar ventajas unilaterales en una actitud complaciente hacia Obiang. Las democracias deben hacer frente común para impedir la repetición de burlas tan sangrientas como la de este juicio.

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