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Reportaje:

"Los intocables" de la derecha francesa

El alcalde de París, Jean Tiberi, trata de evadir la acción de los jueces que investigan la corrupción política

La escena es del pasado martes, en la explanada del palacio del Elíseo engalanado para acoger al presidente egipcio, Hosni Mubarak, que ese día visitaba la exposición del Petit Palais dedicada a La gloria de Alejandría. Cuando el alcalde de París, Jean Tiberi, y su esposa llegaron al recinto, el presidente de la República, Jacques Chirac, salió a su encuentro y, ante las hileras de cascos bruñidos y espadas refulgentes de la guardia de honor, besó y abrazó cariñosamente a madame Tiberi, la misma que la víspera había estado detenida durante ocho horas y sometida a interrogatorio policial. En el Petit Palais, bajo la sombra de la gigantesca estatua de Ptolomeo rescatado de las aguas, el jefe del Estado francés prodigó los gestos de atención hacia la primera pareja municipal y hubo momentos en los que abandonó la compañía de Mubarak para reintegrar a la mujer del alcalde en el selecto grupo de las grandes personalidades.Contra lo que algunos temían, Xabière Tiberi, de soltera Xabière Casanova, mantuvo el lunes en el palacio de Versalles un mutismo absoluto ante el que se estrellaron los agentes de la Policía Judicial encargados de investigar los «empleos ficticios» del Consejo Regional de Essonne y particularmente los 5,2 millones de pesetas que la mujer del alcalde de París cobró a cambio de un informe plagiado. La deferencia mostrada por Chirac resulta doblemente elocuente si se tiene en cuenta que entre la clase política francesa no hay precisamente empujones a la hora de retratarse junto a la primera pareja de la capital.

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Los escándalos de los «empleos ficticios» creados a cargo del presupuesto municipal, de la utilización fraudulenta de viviendas sociales -los HLM- ubicadas en puntos privilegiados la capital, del empadronamiento masivo de ciudadanos corsos que llegaron a París con el voto dispuesto para su paisano Tiberi, han convertido al actual regente en el elemento más caricaturizado de la picaresca y la corruptela política. Pese a que gran parte de los comportamientos investigados pertenece a la etapa en la que el alcalde de París era el actual presidente de la República, Jacques Chirac, es Jean Tiberi quien encarna preferentemente ante la opinión pública la imagen del chanchullo general.

La guerra despiadada que una parte de la derecha del Ayuntamiento de París libra actualmente contra su compañero Tiberi no es ajena en absoluto a la necesidad de desprenderse de la acusación de corrupción como paso previo a revalidar la tradición ininterrumpida que sitúa a la capital francesa en manos conservadoras. El líder de esa amplia facción anti-Tiberi es Jacques Toubon, el antiguo ministro de Justicia, que hace dos años, a la vista de que el fiscal sustituto de Evry había iniciado un procedimiento contra madame Tiberi por el asunto del famoso informe, envió un helicóptero al Everest con la intención de recoger al fiscal titular y alpinista Laurent Davenas y reintegrarlo a su puesto en París. El caso del informe fue archivado posteriormente por «vicio de forma».

El asunto ha adquirido ahora tonalidades de comedia de enredo, ya que el fiscal que con tan aparente celo dirige la nueva instrucción contra Xabière Tiberi, el que sorprendentemente ordenó el lunes la detención de la mujer del alcalde y de manera no menos sorprendente revocó su decisión ocho horas más tarde, es el mismo Laurent Davenas. Más aún, ante el estupor general, a despecho de la reserva exigida al instructor de una causa judicial , el fiscal alpinista acaba de publicar un libro -Carta desde el Himalaya- en el que reproduce el informe supuestamente elaborado por madame Tiberi. Sean cuales sean las razones de tan extravagante comportamiento, el efecto ha sido el de darle al proceso una aire caricaturesco y activar la polémica, aunque no parece que la actitud del fiscal pueda anular la investigación.

Molesto para buena parte de la derecha, Jean Tiberi, fiel ayudante de Chirac en los tiempos en los que éste dirigió el Ayuntamiento de París, ha proclamado estos días que no va a resultar nada fácil desprenderse de él. Aunque el presidente debe tener dividido el corazón, dada su vieja amistad con Jacques Toubon y la necesidad de renovación de la derecha, el actual alcalde parece contar con Chirac para deshacer la rebelión municipal de sus compañeros de la derecha y evitar enfrentarse en solitario ante los investigadores judiciales. Al fin y al cabo, el hoy jefe de Estado ya probó en 1995 que no es un hombre desagradecido al entregar su plaza de París a un Tiberi al que todo el mundo ha tratado con una condescendencia humillante. Cuando se disponía a hacerse cargo de la alcaldía, algunos de sus compañeros del RPR se preguntaban abiertamente si tenía «la clase suficiente para representar la Ciudad de la Luz», y vertían comentarios ácidos sobre los modales de su esposa, «propios de una panadera corsa», decían.

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Después del encuentro, altamente reservado, que el sábado día 9 mantuvo en el Elíseo, Jean Tiberi parece haberse convertido en otro hombre. Crispado por la guerra municipal e indignado por la investigación judicial contra su esposa, el alcalde ha hecho afirmaciones que han dejado en el aire toda la traza del desafío y hasta del chantaje. «Yo soy intocable», ha dicho, «mi mujer lo sabe todo sobre la vida política», ha proclamado, a propósito de las pesquisas judiciales y de las nuevas denuncias de «empleos ficticios» que llueven sobre la alcaldía de París.

La pregunta es, claro está, de dónde saca Tiberi esa confianza ciega en sus fuerzas que le permite utilizar ese tono desafiante e insolente a pesar de que la ley del silencio que ha imperado durante estos años en el ámbito de la derecha ha empezado a quebrarse. Los jueces disponen ya de testimonios que denuncian la creación de 300 empleos ficticios preparados para familiares, amigos y cargos públicos del RPR. Son acusaciones graves, porque, de acuerdo con los testimonios, la contratación de ese ejército fantasma de empleados municipales ha estado costando a los contribuyentes de la capital unos 2.500 millones de pesetas anuales, el 1% del presupuesto municipal. El problema para Chirac es que las acusaciones le sitúan implícitamente al fondo mismo de la sospecha y pueden dañar seriamente su imagen, aunque la mayoría de los asuntos haya prescrito ya. El comentario hecho por la ministra de Justicia, Elisabeth Guigou, «el presidente es constitucionalmente irresponsable de sus actuaciones en el ejercicio de su cargo, pero también él como cualquier otro ciudadano puede ser llamado por la justicia para responder de delitos de derecho común», ha hecho sonar todas las señales de alarma en El Elíseo y en el RPR, el partido de Chirac.

Compló mediático

Después de aventar la teoría del «compló mediático, político y judicial» pretendidamente establecido «contra la derecha y el presidente de la República», el RPR se ha lanzado a por el primer ministro Lionel Jospin en una arriesgada maniobra de distracción saldada el miércoles en la Asamblea con un fracaso notable. Jospin rebatió la acusación explicando que su antecesor Alain Juppé (RPR) se negó reiteradamente a asignarle un trabajo en el Ministerio de Asuntos Exteriores y probó que él mismo denunció públicamente esa marginación.

En un momento en el que se acaba de anunciar la confederación de los dos partidos -RPR y UDF- en La Alianza, la situación de la derecha es tan grave que, pese al compromiso de apaciguar los ánimos alcanzado entre Jospin y Chirac, el partido de este último ha insistido en el propósito retórico de incluir al líder socialista entre los beneficiados de un empleo ficticio.

El más explícito en esta polémica ha sido, por una vez, el mismo portavoz del RPR, François Fillon: «Todo el mundo sabe que en este país la derecha y la izquierda han seguido la tradición de utilizar los empleos públicos para la acción política, sobre todo en determinadas administraciones. Todos y cada uno de nosotros sabemos que hay un gran número de responsables políticos y sindicales adscritos a la Administración». Aunque los casos de financiación ilegal de los diferentes partidos no son en absoluto homologables -ni en el número, la envergadura o la gravedad de los cargos-, todas las grandes fuerzas políticas francesas tienen o han tenido efectivamente diligencias abiertas, ya sea por pretendidas «donaciones de empresas», por cobro de supuestos informes o por «empleos ficticios».

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