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Tribuna
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Suharto

Desautorizado por la voz de su amo, el dictador Suharto ha dejado el poder y plantea una obligada reflexión sobre los canallas bien vistos porque rinden servicios al bien común universalmente correcto. Suharto se estrenó hace más de 30 años asesinando a medio millón de comunistas en los primeros días del golpe de Estado y continuó a niveles más bajos pero constantes de exterminio. Políticos, intelectuales y teósofos demócratas horrorizados, por ejemplo, por las violaciones de derechos humanos perpetradas por Castro han silenciado durante décadas sangrientas cruzadas con la misma coartada anticomunista de Suharto y matarifes semejantes. Coartada que ha servido y, en cambio, ya no sirve para justificar un orden internacional marcado por las servidumbres de la guerra fría. Así como existe el diseño del intelectual anticastrista pugnaz y fiscal del anticastrismo ajeno, no conozco al intelectual antisuhartista, es un decir, que haya escrito ni media línea sobre las estadísticas sangrientas de la dictadura indonesia, ratificadas en la salvaje represión contra los independentistas de Timor. Nunca nadie le pidió a Suharto que moviera ficha, ni que se cambiara de corbata, ni que respetara la democracia.Así como se exhiben las impotencias sociales y económicas de los residuos del modelo socialista de acumulación, no leo ni una línea de intelectuales arrepentidos sobre la impresionante población penal en EE UU procedente de los perdedores sociales considerados fríamente rehenes necesarios para la salud del sistema. Han tenido que ser neoliberales autocríticos los que hayan llamado la atención sobre el horror de un futuro en el que cada vez serán necesarias más cárceles privadas y más policía privada para mantener a raya las rebeliones primitivas de los nuevos marginados. Ya no son necesarios Suhartos. La barbarie nos es ya tan connatural como el aire acondicionado.

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