Pereza legislativa
A nuevas profesiones, nuevas enfermedades laborales. Esta definición, que parece una obviedad, sigue sin calar en la legislación española sobre salud laboral, según critican los sindicatos y enfermeros laborales. «Las enfermedades profesionales responden a una consideración jurídica y económica, no médica», alega Ángel Cárcoba, del sindicato CC OO. «Así, cuantas menos enfermedades figuren en la lista, menos indemnizaciones hay que pagar», zanja.Para demostrar este desfase, según Cárcoba, el Ministerio de Trabajo reconoció en 1997 como enfermos leves a 6.885 trabajadores; graves, a 183, y mortales, a uno (consecuencia de la exposición al amianto). «Esto no hay quien se lo crea; significaría que tenemos las mejores condiciones laborales del mundo, y no es así. No es más que un ocultamiento de las nuevas formas de enfermar y no saber de qué sufren y mueren los trabajadores españoles», advierte.
Las actividades que figuran en el Cuadro Oficial de Enfermedades Profesionales -en vigor desde 1978- como capaces de producir una enfermedad se inspiraron en las condiciones laborales de las fábricas: exposición a agentes químicos; afecciones broncopulmonares; infecciones y ambientes ruidosos. «Así, España es uno de los países que declaran menos enfermedades laborales», alega el presidente de la Asociación Española de Enfermería del Trabajo, Fernando Morato.
Y alerta sobre un cambio favorecido por la Administración: «Antes, a estas enfermedades se las consideraba comunes, los médicos de cabecera no discernían si era por causa laboral y se les atendía en la sanidad pública. Ahora ocurre lo contrario. Los médicos, apretados por la Administración, derivan todas las enfermedades que pueden a las mutuas para que se hagan cargo de las prestaciones económicas».
Causas psicosociales
Y como las nuevas patologías se caracterizan por ser lentas y silenciosas ni se pueden prevenir ni demostrar, critica Isabel Hernández, enfermera de empresa. «Por ejemplo, es casi imposible demostrar que un infarto se ha producido por un estrés laboral, porque nadie tiene en cuenta las causas psicosociales que han intervenido en el proceso».Para esta profesional, la tecnología ayuda en el trabajo, «pero sus condiciones perjudican algunos aspectos de nuestra salud». Las modernas patologías físicas -olvidadas en la legislación- se derivan de la tercialización del trabajo y de realizar movimientos repetitivos. Todo aquel que necesite un teléfono y un ordenador para trabajar es un candidato perfecto, y afectan a la columna, espalda, articulaciones y ojos. Estas consecuencias físicas las sufren un 66% de las mujeres y el 57% de los hombres.
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