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51º FESTIVAL DE CANNES

Theo Angelopoulos gana la Palma de Oro

El italiano Roberto Benigni, Gran Premio del Jurado por "La vida es bella"

El gran cineasta griego Theo Angelopoulos ganó anoche la Palma de Oro, máximo galardón de este festival, por su extraordinaria película La eternidad y un día. El Gran Premio del Jurado, segundo del palmarés, fue para el italiano Roberto Benigni, intérprete y director de la estupenda La vida es bella. Los premios de interpretación fueron para el magnífico actor escocés Peter Mullan ( Mi nombre es Joe ) , y las dos jovencísimas y prodigiosas protagonistas de La vida soñada de los ángeles, Elodie Bouchez y Natacha Regnier. Pleno acierto del jurado.

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Que los cuatro premios más relevantes de Cannes 98 sean, con todas las matizaciones que se quiera, completamente merecidos, y tres de ellos (la Palma de Oro y los tres intérpretes galardonados) indiscutibles, pone de manifiesto que el jurado, presumiblemente orientado por la experiencia en el oficio de Martin Scorsese, fue un grupo profesional competente y con buenos criterios, por lo que no pueden ignorarse sus nombres en la crónica final que ellos han dictado: las actrices estadounidenses Sigourney Weaver y Winona Ryder, la actriz francesa Chiara Mastroianni, la actriz sueca Lena Olin, la escritora cubana de nacionalidad española Zoe Valdés, el director chino Chen Kaige, el director británico Michael Winterbottom, el director francés Alain Corneau y el cantante senegalés nacionalizado francés Mc Solaar.Scorsese dijo al comienzo de la sobria y veloz ceremonia de clausura, que condujo Isabelle Huppert con soltura y profesionalidad, que el jurado tuvo por fuerza que dejar fuera de la lista de premios a filmes y cineastas que merecían entrar en ella. Pero había que elegir y se hizo. El premio a la mejor dirección fue para el británico John Boorman por su brillantísimo trabajo en El general, y el correspondiente al mejor guión a las del estadounidense Hal Hartley por su admirable escritura, sobre todo en sus poderosos diálogos, de Henry Fool, que él mismo dirigió.

Premio hipócrita

Pero no todo es perfecto en quienes hacen bien su cometido. El jurado metió la pata al conceder el Premio del Jurado (que habitualmente se reserva para películas prometedoras o raras) a la francesa La clase de nieve, mediocridad dirigida por Claude Miller, y Celebración, dirigida por el danés Thomas Vinterberg, premio hipócrita, pues sirve para callar la boca de los partidarios de su película hermana Idiotas, dirigida por Lars von Trier, infinitamente superior pero muy arriesgada de premiar, pues tiene dentro todas las gamas posibles de lo «políticamente incorrecto», comenzando por escenas de sexo explícito, genital. Scorsese, sin que nadie se lo pidiera, se vio obligado a dar explicaciones y aludió a que con este premio distinguían dos películas «discutidas y discutibles», lo que autoriza a este cronista a considerar cobarde y aberrante su decisión.Algo parecido, pero en menor cuantía, puede decirse del premio a la contribución artística concedido a Velvet Goldmine, un aparatoso videoclip estadounidense organizado por Todd Haynes que huele a ya visto se le mire por donde se le mire. Podía haberse buscado mejor coartada para introducir a esta videopelícula en el palmarés, porque precisamente su contribución artística, que hace referencia a su look y a su decoración, nada ostensiblemente nuevo aporta a la indagación visual del mundo del rock, que ha sido observado otras veces con mucha más agudeza y menos pretenciosidad. En cambio, que la Comisión Superior Técnica del Cine (pero este premio ya nada tiene que ver con el jurado) distinguiese anoche a Vittorio Storaro por el prodigio fotográfico de Tango es algo que no entra en discusión posible.

Cannes 98 ha sido un gran festival y esto tiene causas. Al final del último festival de Venecia, el pasado septiembre, se vio diáfanamente que la línea rompedora instaurada por su nuevo director, Felice Laudadia, que a muchos les pareció suicida antes de ver sus resultados, trastocó todos los esquemas y no sólo funcionó, sino que dio lugar al mejor, el más libre, vivo y coherente festival de cine de los últimos años. Su fórmula, basada en la austeridad, en la reducción al mínimo del glamour y una selección de películas que prima al lenguaje muy por encima del espectáculo -dando así prioridad a las películas de riesgo, necesitadas de apoyo crítico, sobre las simplemente comerciales- ha gravitado sobre esta edición de Cannes y ha cambiado aquí muchas cosas. Pero, sobre todo, ha desterrado la vaciedad del cine fácil, oportunista y resultón, y ha dejado que ocupe su lugar una selección de películas valiente y rica, que abre caminos al cine futuro.

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