_
_
_
_
51º FESTIVAL DE CANNES

La consagración de un cómico

Roberto Benigni ha causado sensación en Cannes. Y no sólo por el impresionante número que organizó anoche al recibir su premio (cuando oyó su nombre dio un salto en el patio de butacas, salió corriendo a toda velocidad, se puso de rodillas delante de Martin Scorsese gritando «Ti amo, Martino», y luego fue llorando a besar uno por uno a todos los miembros del jurado). Como sucedió en Italia, el estreno de La vida es bella -una fábula sobre el poder salvador del humor y la necesidad de fantasía que transcurre primero en la Italia fascista y luego en un campo de concentración- resultó en Cannes todo un acontecimiento. Marisa Paredes, que aceptó un pequeño papel en la película sólo por conocer a Benigni, contaba en el avión de vuelta de Cannes que jamás había visto un estreno como ése.Hubo carcajadas y risas, aplausos subrayando las escenas más divertidas y las más dramáticas, lágrimas y tensión... Al final del pase de gala, con el jurado y la plana mayor del festival de cuerpo presente, las ovaciones, los bravos y los gritos de ¡Palma de oro! duraron 20 minutos. Benigni saludaba emocionado, los brazos abiertos, sonriendo como un niño, pareciéndose muchísimo a su personaje en la película, un antifascista por naturaleza que vive envuelto en una nube de magia y poesía.

Más información
Theo Angelopoulos gana la Palma de Oro

Pitos y pateos

En la sesión de la mañana, la de los críticos y periodistas, la acogida había sido mucho más polémica: un sector silbó y pateó. Algunos medios franceses (Le Monde sobre todo), aún reconociendo el mérito de la película, han acusado a Benigni de tapar con una habilidad disfrazada de ternura la verdadera historia del Holocausto. Ya le pasó en Italia, a pesar de que antes de rodar contactó con organizaciones judías en busca de asesoramiento. «Me ayudaron mucho, aunque al principio les daba miedo. Esperaban a Benigni el loco: "Buenos días, soy Benigni, que voy a hacer una película sobre el Holocausto". "Adiós, muchas gracias».En la calle, Roberto Begnini es el mismo personaje que interpreta en sus películas. Un tipo delgadísimo y calvete, cariñoso, feo como un dolor de muelas, despistado y divertido hasta hacer llorar. Cómico de nacimiento, está dotado de un humor de bufón, inteligente y desmesurado, hecho de repeticiones y coincidencias inesperadas.

Algunos recordarán su jeta inolvidable de asesino en Down by law, o su recreación de un taxista majareta en Night on earth . Menos habrán visto sus películas, muy mal estrenadas aquí, El pequeño diablo y Johny palillo. Por eso, el premio de ayer no sólo supone su consagración, sino una ocasión de lujo para conocer al actor que Fellini y Mastroianni consideraban un genio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_