Los estudiantes pretenden seguir las protestas hasta acabar con el sucesor de Suharto
El presidente Suharto, de 76 años, cedió ayer finalmente a la insoportable presión de los estudiantes y dimitió tras 32 años al frente de Indonesia. Le sustituyó en una rápida ceremonia, sin ninguna pompa, su vicepresidente, hombre de confianza y prohijado, Yusuf Habibie, de 61 años, quien durante los cuatro últimos lustros ocupó la cartera de Investigación y Tecnología. La primera reacción de los estudiantes, protagonistas de esta revolución de las sonrisas, fue un estallido de alegría, enseguida apagado por la continuidad del régimen que sospechan en Habibie.
El nuevo presidente tiene previsto anunciar hoy la formación de su Gobierno. Amien Rais, el único político que hasta ahora ha capitalizado la protesta estudiantil, advirtió de que la marcha de la crisis dependerá del Gabinete que hoy se anuncie. Si no es absolutamente creíble, la protesta seguirá hasta acabar también con Habibie.Suharto planteó infructuosamante el martes los términos de su propia sucesión. Nadie los aceptó. Los estudiantes siguieron con mayor rabia su protesta, a la que se sumaron más fuerzas sociales en Indonesia, y Estados Unidos pidió la dimisión de Suharto. La suerte del más veterano de los líderes asiáticos estaba echada. Ayer tiró la toalla. A las nueve de la mañana (cuatro de la mañana, hora peninsular española), en el palacio presidencial, protegido por los carros de combate, Suharto leyó una corta declaración en la que anunciaba que, dado que le resultaba «muy difícil seguir rigiendo el país» y cedió constitucionalmente el poder al vicepresidente Habibie, que juró en el acto.
Todo fue resuelto en diez minutos. El traspaso de poderes quedó refrendado por el general Wiranto, jefe de las Fuerzas Armadas, quien sancionó la constitucionalidad del procedimiento, manifestó su apoyo al nuevo presidente, garantizó la defensa del ex presidente y su familia, y pidió calma a la sociedad.
En el Parlamento, los centenares de estudiantes que habían pasado allí la noche celebraron la noticia con gritos de alegría, saltos y bailes. Pero las pancartas decían bien claro que quienes tenían que dimitir eran Suharto y Habibie. Y en ello insistieron los universitarios, que volvieron a ser miles conforme pasaban las horas. «Feliz» era la palabra que empleaban todos cuando se les preguntaba cómo se sentían con lo ocurrido. Pero insistían en que la lucha iba a continuar porque Habibie era Suharto con otro nombre. «Todo el régimen tiene que dimitir», decía uno de ellos repitiendo, como hacían sus colegas, lo que reclamaban las pancartas: «Fuera la corrupción, el nepotismo y el abuso de poder». Rais habló igual que los estudiantes. «Estamos muy felices porque, tras una larga lucha, Suharto ha dimitido», dijo. «Pero no estamos seguros de que Habibie lleve adelante las reformas políticas necesarias. Tiene que formar un Gobierno profesional, sin asomo de corrupción. Tiene que ser gente con credibilidad. Si no, no lo aprobaré».
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