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Asesinado en Colombia el principal ideólogo de la lucha antiguerrilla

Como un duro golpe moral al Ejército colombiano se puede interpretar el asesinato, ayer en Bogotá, del ex ministro de Defensa Fernando Landazábal. «Landazábal», dijo a este diario el analista Alfredo Rangel, «era el más importante ideólogo del Ejército nacional en su lucha antiinsurgente». Muy temprano por la mañana, Landazábal, de 69 años, salió de su casa en busca de los periódicos del día. Caminaba solo, pues hacía 10 meses que le habían retirado la escolta. Minutos después fue sorprendido por tres hombres armados que le dispararon a la cabeza.

A pocos pasos de la puerta de su casa, en un sector residencial al norte de la capital, quedó el cuerpo del general, uno de los más polémicos y presentes en la vida política tanto en sus 36 años de vida militar como en su ya larga vida retirado. Los asesinos huyeron en un vehículo que fue encontrado en un aparcamiento.Landazábal siempre pensó que un general podría llegar a la presidencia de la República. Estaba vinculado a la campaña del ex general Harold Bedoya, uno de los cuatro principales candidatos que el próximo 31 de mayo se disputarán la jefatura del Estado. «Es un crimen de alto calibre», dijo Bedoya. El general asesinado fue uno de los más duros críticos del actual Gobierno. Jamás aceptó la legitimidad de un presidente apoyado por los dineros del narcotráfico. Después de su retiro, hace ya más de 10 años, tuvo una corta aventura política como candidato al Senado y en la dirección del Partido Conservador. Landazábal defendía también la tendencia de que la lucha contra la insurgencia no sólo se debe dar en el campo militar, sino también en el civil.

«Es un crimen ideológico de alcance simbólico y propósito intimidatorio», opinó el ex presidente Alfonso López, quien no dudó en calificar el asesinato del «general tropero e intelectual» como un golpe a la campaña de Bedoya. Para él es un claro efecto de la polarización que se vive en esta época preelectoral. Landazábal se recuerda como un hombre al que le gustaba hablar claro y duro. Fue veterano de la guerra de Corea y como tal uno de los fundadores del Ejército colombiano, «pues antes de esta guerra no existía el Ejército como cuerpo articulado», contó Alfredo Rangel.

El general asesinado fue ministro de Defensa durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), cuando por primera vez se planteó la posibilidad de dialogar con la guerrilla. Él se opuso abiertamente a esa posibilidad. «El país se debe acostumbrar a oír a sus generales», dijo, y no desaprovechó oportunidad para denunciar lo que él llamaba «el doble juego de la insurgencia», que hablaba de paz pero endurecía la guerra. En enero de 1985 Betancur recordó en un discurso que las Fuerzas Armadas no debían intervenir en la vida polítia y pidió su retiro. Entonces se le conocía como el general lanzabalas. Ya sin uniforme, fue embajador en Holanda.

El crimen se produce en medio de una dura polémica por las acusaciones del diario The Washington Post y la organización Human Rights Watch, que aseguran que la Brigada 20 de Inteligencia Militar está vinculada a los recientes crímenes contra activistas de derechos humanos. José Miguel Vivanco, de Human Rights, fue más allá y acusó a esta unidad de «amparar escuadrones de la muerte». Las autoridades colombianas reaccionaron de forma airada. En un comunicado, el comandante del Ejército, Mario Hugo Galán, tachó de «irresponsables, difamatorias, infundadas y temerarias» estas declaraciones, y el ministro de Defensa, Gilberto Echeverry, exigió pruebas. El general Manuel José Bonet, comandante de las Fuerzas Armadas, no dudó en señalar como autores a los que «lideran la campaña de desprestigio contra el Ejército». «El crimen puede ser el inicio de venganzas entre grupos de extrema derecha y extrema izquierda», concluye el analista Rangel.

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