_
_
_
_
Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Herencias recibidas

El talento versátil y no siempre inspirado de Paul Schrader suele oscilar, para lo malo y remontándonos sólo a sus dos últimas películas, entre el pegote de seudocrítica religiosa que es Touch y la sobriedad y el rigor de construcción formal de Aflicción. Entre ambas, y en buena parte de su filmografía anterior, un tema: la redención, esa gran obsesión que parece estar siempre en la cabeza del calvinista que fue (¿que es?) Schrader. Y en todas, la violencia como forma de relación entre las personas (o, con propiedad, entre algunas) y la pesada herencia recibida de una formación incompleta, patriarcal y terrible.En la narrativa de Russell Banks, autor también de la novela que está en la base de El dulce porvenir, encontró Schrader sus propios fantasmas y se abocó a su pulcra, precisa transcripción cinematográfica. Es el suyo, pues, como suele, un trabajo doble y particularmente afortunado, desde la reducción de las voluminosas páginas del libro de Banks hasta la elección del elenco, uno de los mejores posibles. Y el rigor con que ha logrado construir la trama se antoja sencillamente un prodigio: Schrader bucea en la atormentada biografía sentimental de un tipo cualquiera (Nolte, perfecto) hasta que lo conduce, inflexible, hacia un destino final intuido desde el principio.

Aflicción (Afliction)

Dirección: Paul Schrader. Guión: P. Schrader, según la novela de Russell Banks. Fotografía: Paul Sarossy. Música: Michael Brook. Producción: Linda Reissman, EE UU, 1997. Intérpretes: Nick Nolte, James Coburn, Sissy Spacek, Willem Dafoe, Mary Beeth Hurt, Jim True. Estreno en Madrid: Paz y Real Cinema (V. O.).

Nolte se convierte, pues, en excusa para una historia contada por otro, su propio hermano (Dafoe), pero es su formación afectiva la que se pone como explicación última de sus desgracias. Con un tono mesurado, a partir de un control estricto de los mecanismos narrativos y con un tempo pausado, como en sordina, en perfecta consonancia con el nevado paisaje que sirve de marco al relato, Schrader va desentrañando las sucesivas capas del personaje, como si de una cebolla se tratase, hasta dejar al aire el centro mismo de su conflicto vital.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_