Fatal

El debate de si la señora Tocino debería dimitir es baldío, porque ni dimitirá jamás ni, mucho menos, se enfrentará a proceso alguno ni, desde luego, recurrirá al honroso ritual que otras culturas más nobles que la nuestra recomendarían con mucho menor motivo. Lo primero que debería haber hecho un ministro español de Medio Ambiente, nada más tomar posesión del cargo, es cerciorarse de que Doñana -precisamente Doñana- se encuentra absolutamente a salvo de cualquier cosa que no sea el impacto de un meteorito.Que haya otros responsables previos o simultáneos a ella -que los hay, y muchos- no la exime de culpa: si la abuela ha dejado la cuna del bebé junto al aceite hirviendo y la asistenta no se percata de ello, es en todo caso la madre la verdadera responsable, por no haber previsto una contingencia que, con el tiempo, ha de desembocar inevitablemente en tragedia. No basta con multar ahora al fabricante de la sartén -al que no le importan cuatro patos ni cuarenta, porque lo que pretende, y a lo que le anima el sistema, es ganar dinero- por no haber invertido parte de sus beneficios en diseñarla antideslizante cuando nadie le obligaba a ello. Lo que cada vez resulta más evidente, a la vista de su actitud y declaraciones, es que ni unos ni otros comprenden, probablemente, el alcance de lo que han hecho. Y que España no va bien. Va fatal.- .