La moda española sale a flote en Japón
Sybilla, Jesús del Pozo y Amaya Arzuaga aumentan sus ventas en el país asiático
«Es más fácil encontrar a chicas con vestidos y faldas de Sybilla en el metro y las calles de Tokio que en Madrid», afirma el director de esta marca española, Luis Arias. Sybilla, que se introdujo en Japón hace 10 años, factura hoy 10.000 millones de pesetas anuales por la venta de sus diseños en grandes almacenes japoneses. Como ella, Jesús del Pozo, Antonio Pernas, Loewe, Adolfo Domínguez, Amaya Arzuaga, Antonio Miró y Josep Font, y las grandes superficies como Zara -que abrirá su primera tienda en el mes de agosto- tienen previsto ampliar sus ventas en el mercado nipón. «Ahora vamos a tener un gran éxito si somos serios y constantes. Es el momento de penetrar de lleno, aunque el coste sea brutal», asegura Pernas.
Sybilla, de 34 años, se ha convertido en uno de los modelos de éxito de ventas para los diseñadores españoles. Su ropa está presente en 120 corners (puntos de venta) de grandes almacenes japoneses, en una tienda en Tokio y tan sólo otra más en Madrid. En 1997 facturó 12.000 millones de pesetas por su industria japonesa y ahora fabrica el 90% de su ropa allá. «Nosotros sólo enviamos los diseños, los colores, los tejidos y algunos trajes de noche. Casi todo se produce allí y, curiosamente, el vestido más vendido en Japón siempre coincide con el más vendido en España», afirma Arias.Los diseñadores españoles saben bien que vender su ropa y complementos en los grandes almacenes japoneses, como en el de Mitsukoshi de Tokio, es una cuestión de prestigio. «No ocurre como en España. En Japón, éstos tienen un poder de imagen increíble y si quieres ser alguien tienes que estar ahí, donde entra a comprar la hija japonesa que busca un traje de diseño porque, además, es donde lleva comprando su madre toda la vida», explica Luis Arias, director de Sybilla.
Los grandes almacenes como Itokin y Daimaru controlan el mercado de moda japonés. Éstos tienen la última palabra a la hora de decidir la cantidad de prendas que se venden y, gracias a ellos, los modistas españoles se han mantenido en Japón, un mercado en el que entraron hace más de veinte años, cuando Loewe y Adolfo Domínguez hacían sus primeras incursiones, en los años setenta.
El gusto español
El interés del consumidor japonés por el diseño europeo y, como consecuencia, por el diseño español, ha contribuido a la permanencia de este último desde entonces. «Ahora nuestra moda está asentada en Japón y se nota, sobre todo por el gusto de la mujer japonesa por los colores tenues y el diseño discreto de los españoles. Por eso, por ejemplo, es más fácil encontrar a chicas con vestidos y faldas de Sybilla en el metro y en las calles de Tokio que en Madrid», añade el director de Sybilla.La tendencia por el gusto de lo español es tan sólo un tanto a favor de la moda española, que tiende a fabricar directamente sus diseños en un mercado cambiante en estos momentos. Según Jesús del Pozo, que lleva vendiendo en Japón desde los años ochenta y que fabrica gran parte de su producción en dicho país, el éxito del made in Spain radica en que ha supuesto un punto medio entre la alta sofisticación y la ropa de calle. «La sociedad japonesa se está abriendo, aunque sabe bien lo que quiere en todo momento y cada vez se fija más en el contenido del diseño que en la propia marca. Nuestra ropa ha cautivado a un tipo de mujer japonesa mayoritario: joven, ejecutiva, de nivel medio-alto que consume ropa que le sirva igualmente para ir a trabajar que para estar en un cóctel, y esto no lo encontraba antes tan fácilmente», asegura Del Pozo. El diseñador madrileño, que cuenta con siete puntos de venta distribuidos por Japón, pretende abrir otros tantos tras su acuerdo con Daimaru para promocionar, además, sus bolsos, bisutería y complementos.
Sin embargo, en opinión del diseñador gallego Antonio Pernas, que vende en 20 grandes almacenes de Tokio, Osaka y Kobe desde hace unos seis años y que pretende abrir otras 10 tiendas a corto plazo, «el mercado japonés siempre ha estado abierto a la moda europea y ahora hay una saturación de diseños italianos y franceses; por eso ahora los diseñadores españoles tenemos más oportunidades, porque, además, contamos con una gran baza, que es la gran dosis de ingenio y creatividad».
Si bien los modistas españoles coinciden en el buen momento para el diseño español, divergen sobre la preferencia del japonés por la moda española. Así lo cree la burgalesa Amaya Arzuaga, de 27 años, que se lanzó a Japón hace cuatro, después de conquistar el gusto de los distribuidores japoneses en las pasarelas de Milán y París. Ahora, sus vestidos, joyas, bolsos, gafas de sol y colgantes están presentes en 34 puntos de venta en grandes almacenes y 11 tiendas. «A los japoneses les atrae la moda en general y aquello que sea nuevo y vanguardista, independientemente de su lugar de procedencia», afirma la diseñadora. «Ellos sacrifican la comodidad por la estética y no les importa que la ropa no les favorezca si es tendencia. Japón es un país donde el concepto propio de cada diseñador prima sobre cualquier concesión a lo comercial, por lo que el mercado es mucho más receptivo a las nuevas propuestas», añade Arzuaga.
Las propuestas españolas han generado en cualquier caso un aumento de la demanda por parte de los consumidores japoneses en los últimos años. Así, las exportaciones de tejidos a Japón se han duplicado desde principios de los noventa, pasando de 1.242 millones de pesetas, en 1993, a 2.717 millones el año pasado, según un balance del Icex. Y esto representa un reto en un mercado como el japonés, caracterizado por su perpetuo nivel de exigencia. Según Roberto Verino, lo que ha ocurrido en este tiempo es que «después de muchos años que los japoneses llevan observándonos, ahora les ofrecemos más garantías». Algo que matiza Jesús del Pozo: «Lo que ocurría es que los españoles no podíamos satisfacer las condiciones de un mercado tan exigente; en cambio, ahora éste se ha preparado muy bien industrialmente y está dispuesto a acaparar más producción de prendas extranjeras».
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