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LA GRAN CITA CON EL ROCK

Una agitada e inabarcable galería de sonidos

Festimad concluyó anoche sus dos intensas jornadas de rock, barro y camaradería

La segunda y última jornada del festival madrileño de rock, Festimad 98, concluyó anoche con un lleno de público entusiasmado ante las actuaciones de grupos como Teenage Fanclub, Molotov, Massive Attack y Muguruza. Unas 16.000 personas deambularon por los cinco escenarios distribuidos en el Soto de Móstoles, algo perdidos entre un exceso de oferta musical y los problemas que causaba el celo en el control de la seguridad del recinto. El clima fue más amistoso ayer que el día anterior, aunque el barro en los zapatos igualó a todos los asistentes, que dieron al frío una cálida réplica de camaradería.

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El macroconcierto del parque de El Soto de Móstoles es el acontecimiento más notorio del Festival Independiente de Madrid y anoche concluyó felizmente, sin que en su segunda y definitiva jornada se produjeran incidentes importantes que reseñar.Según Julio Muñoz, uno de los responsables del evento, las entradas de la edición del presente año pueden cifrarse «entre las 13.000 y las 15.000 personas, número que corresponde a los que han pagado su correspondiente entrada». A éstos hay que añadir, naturalmente, otra cifra de autoinvitados que, desafiando los sistemas de vigilancia, accedieron al recinto logrando no abonar el precio del ticket. Dicen los organizadores del concierto que este año han sido muchos menos que en las ediciones anteriores los que han conseguido colarse. Calculan que alrededor de 2.000 personas, mientras que en otras ediciones, se llegó a los 5.000, cantidad importante si se tiene en cuenta la capacidad del recinto escogido.

La razón de este control de público se debe fundamentalmente al deseo de que el que ha pagado religiosamente no sienta que se le roba comodidad. A modo de anécdota, hay que reseñar que el modo más original para colarse lo exhibieron varios individuos que, despojándose de la parte inferior de su ropa, se zambulleron en el estanque y lo cruzaron como en las películas de la guerra de Vietnam: con los bultos sobre la cabeza. Y fueron apodados por la organización como espaldas mojadas.

El inclemente tiempo supuso también un freno a la hora de que la gente se decidiera a dejarse caer por Móstoles. Si el clima hubiera sido más benévolo se hubieran alcanzado los 20.000 asistentes. Según Julio Muñoz: «La gente ha empezado a acostumbrarse ya a que en los macroconciertos europeos llueva y esté todo embarrado. Es lo que suele pasar en Glastonbury».

Por suerte, ayer el sol se animó a asomarse y esta segunda jornada alcanzó un nivel de animación acorde con las posibilidades de disfrute que contiene tanta concentración de bulla, barro y música. Hay que destacar el auge que este año ha alcanzado el escenario dedicado a los sonidos latinos, en el que una de las grandes triunfadoras ha sido la cantante Amparanoia, y, sobre todo, la carpa dance y el chill out, este último convertido en el recinto en el que más ha primado el deseo de estar agusto.

En cuanto a la programación de este segundo día, varios y muy diversos eran los puntos de interés, aunque los cuerpos estaban lógicamente bastante perjudicados, dado el tute de dos días sin tregua y con los pies en estado de altamente peligrosa congelación. De hecho, tras una primera noche en la que la contundencia campó a sus anchas y el rock de guitarras y de melenas fue el rey indiscutible, se dio más manga ancha a los sonidos poperos , representados por algunas de las bandas británicas que más expectación habían levantado de antemano.

Primero fueron los Dandy Warhorls, que presentaron un esperanzador segundo disco y, de paso demostraron que todos los matices que el grupo es capaz de encontrar en el estudio de grabación se pueden perder en un directo endeble y lento que oculta esas señas de identidad que le dan a su propuesta sonora personalidad opiácea y psicodélica.

Tras ellos, los Teenage Funclub acudieron también a una cita obligada con el cúmulo de sus fans, que, locos por su concepción del pop, se agolparon ansiosos en las primeras filas ante el escenario. Mucho Beatles y, sorprendentemente, bastante de Neil Young, para dar entidad a unos temas archiconocidos por el personal: Mellow doubt, Sparky"s Dream y I don"t care, fueron, entre otras, algunas de las piezas más celebradas.

Después, y con la fortaleza ya quebrantada por las horas de a pie y la lluvia que, obstinada, volvió a hacer su aparición, se plantaron en el escenario Massive Attack, y la música se cuadriculó y ralentizó hasta hacer de la monotonía un vehículo expresivo de orden notable. Sonó buena parte de su último disco, Messanine, pleno de magia envolvente y ciertamente un poco frío para conseguir levantar los ánimos a esas alturas del partido.

Menos mal que al personal aún le quedaban recursos para esperar la aparición de los mejicanos Molotov y de los españoles y triunfadores Dover, único grupo al que Festimad ha catapultado al olimpo de los actuales dioses del rock. Hay que hacer mención especial del vasco Fermín Muguruza, que trajo a Madrid su última propuesta musical tras Kortatu y Negu Gorriak. Después, la noche de Móstoles fue envolviendo los sonidos y sumiendo a los supervivientes en la promesa de que el año que viene, más.

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