«Un acuífero del Parque Nacional ya se ha visto afectado por el vertido tóxico»
SevillaLa Estación Biológica de Doñana se ha convertido en el centro científico de referencia para evaluar los efectos del vertido tóxico originado el sábado por la rotura de una balsa de las minas de Aznalcóllar. Los especialistas de este organismo, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, coordinan la toma de muestras y su análisis tanto en el cauce del Guadiamar y el Brazo de la Torre -las dos zonas más afectadas- como en el Guadalquivir y, por supuesto, en el perímetro y el interior del Parque Nacional de Doñana. Los primeros datos indican que el optimismo de la ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino -quien declaró que el vertido no afectaría al parque debido a lo arcilloso del terreno- no tenía base alguna. «Hemos salvado el parque», enfatizó la ministra en el lugar de los hechos ante las cámaras de televisión. Pero los datos indican que este espacio protegido se ha visto ya afectado por la contaminación y que ésta seguirá alterando los ecosistemas durante decenas de años. A juicio de Miguel Ferrer, director de la Estación Biológica, «decir que Doñana se ha salvado es ser excesivamente optimista».
Pregunta. Con los primeros datos que se han recopilado, ¿cuál es el análisis de situación que se hace desde la Estación Biológica de Doñana?
Respuesta. La situación es enormemente preocupante. Todavía no tenemos información suficiente como para señalar con precisión cuál es la intensidad de la contaminación y la velocidad con la que se están difundiendo las sustancias tóxicas, pero ya sabemos que el acuífero 27, que alimenta al Parque Nacional, se está viendo afectado, porque la marea de contaminantes ha pasado por encima de sus zonas de recarga, que son permeables. También sabemos que a lo largo de unos 20 kilómetros de las márgenes del Guadiamar han quedado depositados lodos con metales pesados, altamente tóxicos, que van a ir difundiéndose con lentitud, y a lo largo de decenas de años, hacia el interior de este espacio protegido.
P. Sin embargo, desde algunas instancias se asegura que Doñana se ha salvado...
R. Una cosa es decir que la corriente de agua tóxica no ha entrado en el parque y otra, muy distinta, afirmar que Doñana está libre de este vertido, porque esto último es sencillamente imposible. El sistema está ya contaminado y lo va a seguir estando durante decenas de años, aunque todavía no podemos prever con exactitud los efectos de este episodio. Pero, sin duda, la Doñana de los próximos 30 años va a ser radicalmente diferente de la que teníamos hace cuatro días, porque hemos introducido en el sistema elementos tóxicos importantes, de larga duración y que van a afectar a todos los niveles de las cadenas tróficas.
P. ¿Como se supone que actuarán los metales pesados en ecosistemas tan frágiles como los del parque de Doñana?
R. Los metales pesados se introducen en las cadenas alimenticias y los resultados más evidentes los vamos a apreciar durante los próximos años en la parte superior de estas cadenas. Si existe una alta concentración de estas sustancias se producirá la muerte de animales, pero si la concentración es baja aparecerán los efectos subletales y, así, disminuirá la fertilidad de algunas aves, además de verse afectado su sistema inmunológico, lo que las hará más vulnerables a las enfermedades.
P. ¿La presencia de animales muertos en la marisma puede provocar una epidemia de botulismo?
R. Ése es un riesgo evidente que estamos intentado atajar eliminando los cadáveres que han quedado expuestos en el campo. Si la temperatura subiera en los próximos días tendríamos las condiciones óptimas para que se produjera una explosión de botulismo, con la marisma llena de agua, y ésta sería una situación realmente peligrosa.
P. Aunque la riada tóxica no haya penetrado en el parque, ¿ha afectado a algunas zonas especialmente valiosas?
R. Sí. Han quedado arrasadas algunas de las áreas de mayor interés para el mantenimiento de las poblaciones de aves de Doñana, en sentido amplio. Y hablo de zonas que incluso figuraban en el proyecto de ampliación del Parque Nacional por su elevado valor ecológico.
P. ¿Qué repercusiones cabe esperar ahora en sectores como el agrícola o el pesquero?
R. Los daños son terribles no sólo en Doñana, como espacio natural, sino en dos de las actividades de mayor valor económico y social de la comarca, como son la agricultura y la pesca. El vertido ha arrasado las mejores zonas de cultivo de municipios como Aznalcázar, y las posibilidades reales de recuperación de esos suelos son dudosas. Va a ser un proceso muy lento porque hay suelos terriblemente contaminados. Además, los contaminantes van a dañar gran parte de la producción pesquera del Bajo Guadalquivir, de toda la zona del estuario. En resumen, además del coste ambiental este suceso va a tener unas repercusiones económicas muy importantes.
P. ¿Era evitable esta catástrofe?
R. A mí me resulta llamativo que, conociéndose la existencia de esta balsa, su situación y las sustancias que contenía, nadie hubiera pensado en redactar un plan de emergencia que sirviera para actuar en una situación como la que se ha producido. Cuando el sábado nos pusimos a trabajar tuvimos que pensar sobre la marcha en qué zonas debían levantarse los diques de contención y cuál era la mejor forma de evitar que los daños fueran aún mayores.
P. ¿De qué manera puede contribuir la Estación a aclarar las causas de este suceso y, en definitiva, a aclarar las responsabilidades?
R. Toda la información que estamos recopilando está a disposición de la Administración de Justicia. Ya hemos iniciado los contactos con la fiscalía de la Audiencia Provincial de Sevilla para que las muestras y análisis no sólo sean útiles desde el punto de vista científico sino que también tengan valor judicial.
P. Ya se han apuntado algunas soluciones para tratar de reducir el impacto de la contaminación en Doñana, como descontaminar el cauce del Guadiamar o levantar un muro que lo aísle. ¿Ha evaluado la estación alguna de estas sugerencias?
R. Una vez pasada la situación de extrema emergencia y ejecutadas las obras de urgencia que han permitido desviar la corriente de aguas tóxicas, conviene actuar con serenidad. Debemos obtener todos los datos necesarios, diseñar los modelos de intensidad y difusión necesarios para conocer a qué situación nos vamos a enfrentar y, a partir de ahí, establecer las medidas necesarias. Ahora mismo me parece precipitado apostar por una determinada solución técnica.
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