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70 historiadores analizan en Lisboa los "98 ibéricos"

Carlos Seco Serrano dice que «España nunca consideró a Cuba como una colonia»

El historiador Carlos Seco Serrano afirmó ayer en Lisboa que «España nunca consideró a Cuba como una colonia sino como un territorio propio; por ese motivo España no aceptó la oferta de Estados Unidos para vender Cuba cuando era la única opción para evitar la guerra». El miembro de la Academia de la Historia moderó ayer el primer debate sobre Los 98 ibéricos y el mar, organizado por el pabellón español para la Expo de Lisboa. El congreso reúne a 70 historiadores de España y Portugal y cuenta con la participación de Mario Soares y el ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo. La situación de los dos países a finales del siglo pasado, sus relaciones internacionales y coloniales, la cultura en la península Ibérica o la evolución de sus respectivos nacionalismos son algunos de los debates que concentrarán la atención del congreso que clausura mañana el ex presidente Joaquín Calvo Sotelo.

Durante la jornada de ayer, un grupo de historiadores españoles analizó la pérdida de Cuba en 1898, mientras sus colegas portugueses debatieron las relaciones políticas de los dos países a finales del XIX. El historiador Carlos Seco Serrano afirmó a este periódico que «no ha existido ningún paralelismo entre el fin del imperio colonial portugués y el español». A su juicio, «España debió aceptar la oferta norteamericana para vender Cuba, dado que era la única opción para evitar la guerra; otra cuestión es que Cánovas pretendiera dar la independencia a la isla».

El papel de Unamuno

Por otro lado, los historiadores José Manuel Cuenca Toribio y Ángel Marcos de Dios analizaron los vínculos y actitudes de dos prestigiosos intelectuales españoles, el diplomático Juan Valera y el escritor Miguel de Unamuno, respectivamente, quienes siempre defendieron la autonomía de Portugal y España y rechazaron la unión política de los dos países. José Manuel Cuenca explicó que Valera, estrechamente ligado a Portugal por su actividad diplomática en Lisboa, «fue siempre favorable al dualismo peninsular». En su opinión, «Valera defendió la independencia de los dos Estados ibéricos, que nunca deberían fundirse en una unión política, sino que debían mantener su complementariedad reforzando sus vínculos en todos los terrenos».

Su opinión sobre las relaciones hispanolusas no fue muy distinta a la del escritor Miguel de Unamuno, uno de los más fieles admiradores de la cultura portuguesa. El historiador Ángel Marcos explicó que Unamuno fue siempre «un iberista de acción común, pero de independencia política», extremadamente preocupado por «el hombre de carne y hueso» portugués y por su relación con el paisaje de su país.

El autor de Por tierras de Portugal y España nunca pensó en «una fusión política» de los dos países o en una «anexión» de Portugal a España. A juicio de Ángel Marcos, «si la mayor parte de sus artículos sobre Portugal están cargados de pesimismo, evidentemente no fueron escritos con el ánimo de detractar al pueblo portugués, sino de contribuir al resurgimiento de la raza ibérica postrada desde hacía siglos. Del mismo modo, y con el mismo pesimismo, describió la vida española».

El catedrático español de Lengua y Literatura portuguesa en la Universidad de Salamanca repasó la habitual admiración de Unamuno por la producción literaria portuguesa, que siempre consideró superior a la española. En particular destacó su vinculación a autores lusos de la talla de Camilo Castelo Branco, Oliveira Martins o Antero de Quental, a quien consideraba un «hermano en sentimiento trágico».

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