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Divisiones en el Gobierno belga al exigir los francófonos la cabeza del jefe de los gendarmes

La fuga frustrada del pederasta Marc Dutroux sigue sacudiendo los cimientos de Bélgica. La tormenta política que llevó el jueves a la dimisión a dos ministros aún no ha acabado. El primer ministro, Jean-Luc Dehaene, se niega en redondo a dejar el Gobierno y descarta anticipar las elecciones, previstas para junio de 1999. Eso sólo será posible si no se rompe la actual mayoría gubernamental. Pero incluso en el Gobierno hay fuertes tensiones entre los partidarios de que dimita el jefe de la Gendarmería (los francófonos) y quienes le defienden a ultranza (Los flamencos).

Es una división que, como casi todo en este país, está marcada más por el origen regional que por las diferencias ideológicas. Los socialistas francófonos, liderados por el vicepresidente Elio di Rupo, exigen la cabeza del general De Ridder. "Los políticos ya han asumido sus responsabilidades; ahora lo han de hacer también todos los demás altos responsables de este asunto". ¿También De Ridder? "Todos los que tienen altas responsabilidades", reafirmó. Un tiro dirigido a la cabeza del general. Pero parece difícil que un tercer flamenco dimita por un asunto que en el norte del país se contempla como un símbolo de la torpeza de los francófonos.

El jefe de los gendarmes cuenta con el apoyo absoluto del ex ministro del Interior, Johan Vande Lanotte. Pero también de su sustituto en el cargo, el ya hace unos años ministro Louis Tobback. Tobback, socialista flamenco como Vande Lanotte y el propio De Ridder, es uno peso pesado de la política flamenca. Presidente del Partido Socialista flamenco (SP), polémico pero muy popular, Tobback no parece dispuesto a entregar la cabeza del gendarme número uno. Y la portavoz de la Gendarmería se apresuró ayer a decir que esa dimisión "no figura en el orden del día".

Pero el cese de dos ministros no parece haber calmado ni la cólera de la población ni las ansias de la oposición liberal y ecologista por debilitar aún más al Gobierno. El primer ministro Jean-Luc Dehaene, conocido por su determinación, no quiere ni dimitir ni adelantar los comicios.

La anticipación de elecciones no parece deseada por ninguno de los tres grandes partidos. Socialcristianos y socialistas porque temen una derrota. Los liberales porque creen que el ambiente de histeria provocada por la fuga de Dutroux sólo beneficiaría en las urnas a los partidos más periféricos: los ecologistas y la formación de Paul Marchal, padre de una de las adolescentes asesinadas por Dutroux, a quien se atribuyen otros tres asesinatos de menores.

El martes, censura

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Si el Gobierno supera el martes las tres mociones de censura planteadas por la oposición lo más probable es que las elecciones se mantengan en la fecha prevista, junio de 1999. Si Dehaene pierde la confianza de la actual mayoría sólo hay tres posibilidades: un nuevo Gobierno con la misma mayoría de socialistas y socialicristianos flamencos y valones; una nueva mayoría de socialcristianos y liberales, o la inmediata convocatoria a las urnas. Los belgas seguían ayer incrédulos. Las excusas presentadas por los dimisionarios Vande Lanotte y Stefaan de Clerck, responsable de Justicia hasta el jueves, apenas han sido tenidas en cuenta. La población vuelve a salpicar el país con pequeñas manifestaciones espontáneas ante los palacios de Justicia. La gente intenta recuperar la calma tras una tarde infernal que provocó reacciones de todo tipo, desde quienes consideraban la noticia de la fuga de Dutroux como una broma de mal gusto a quienes lo veían como lógico de un país en el que los presos se evaden con facilidad, pasando por madres que fueron a buscar inmediatamente, a sus hijos a la escuela o ciudadanos indignados que se congregaron ante el Parlamento.

El héroe del día es un guardabosques de 30 años. Él, y no la Gendarmería, fue quien localizó casi por azar al evadido Dutroux en el sendero de un bosque. Él fue quien vio cómo Dutroux se metía en una trampa al enfilar con el coche robado por un camino que no tenía salida. El guardabosques conocía el terreno. Dutroux, no. "Esperaba encontrar a un monstruo, pero me pareció un pobre hombre. Temblaba de miedo cuando fue detenido", relataba el nuevo héroe.

[Tobback en Interior y Tony Van Parys en Justicia ocuparon ayer las carteras de los dimisionarios, informa France Press. A principios de mes, Van Parys abogó por una regionalización de la justicia belga, lo que provocó a los fracófonos].

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