Un anestesista singular

De Juan Maeso, a quien los indicios apuntan como origen del contagio masivo de hepatitis C, se sabe -porque lo dijo el consejero de Sanidad- que es adicto a los opiáceos. Y se sabe, porque lo dicen todos los médicos consultados, que es "un excelente anestesista, al que todos se rifaban". De trato "afable" y constitución delgada, Maeso, de unos 56 años, trabajaba en La Fe desde 1970. Especialista en anestesia y reanimación, es desde hace muchos años un experto en Unidades de Cuidados Intensivos. Tan grande era su prestigio que según un compañero, sólo 15 días antes de que estallara el caso, la hermana Lucía, gerente de la clínica católica La Salud, pidió que fuera él quien anestesiara a una monja con fractura de cadera. Nadie declara haberle visto jamás pincharse en un quirófano, aunque a principios de los años ochenta la dirección de La Fe le amonestó verbalmente por su supuesta adicción a los opiáceos (que forman parte de las anestesias).