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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viena en tres tiempos

Volvió a los ciclos de Ibermúsica la Filarmónica de Viena, esta vez conducida por Zubin Mehta. Ante un auditorio abarrotado y con asistencia de la reina Sofía, los filarmónicos obtuvieron un éxito extraordinario, incluso un punto mayor que el habitual. No en vano se trata de uno de los buques insignia del sinfonismo europeo, con más de siglo y medio de travesía en el tiempo y de fijación en la historia. Y como Viena es sueño turístico de mucho melómano y la asistencia al concierto de primero de año constituye algo así como un fetiche, nuestros visitantes decidieron regalarnos unas Rosas del sur que, a decir verdad, no hacían mucha falta tras un programa tan importante y después de una sinfonía del calibre de la primera de Mahler. En conjunto, el programa podía denominarse Viena en tres tiempos: los de Mozart, Mahler y Webern; tres capítulos significantes en el desarrollo del sentimiento y el pensamiento musical; tres testimonios de otros tantos momentos históricos y, en definitiva, tres fuentes de belleza perdurable. Mozart era, al decir de Luis Cernuda, «la música misma», y lo demuestra a lo largo de su vida creadora y en obras de cualquier género o fuste. Por ejemplo, sus conciertos para instrumentos de viento, de los que escuchamos el en Do Mayor para oboe, de 1777-78, protagonizado con total perfección por Martin Gabriel, solista de la Filarmónica y artista puro y expresivo. Gabriel y sus colaboradores no parecían tocar música de Mozart, sino emanarla cual fluencia natural.

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Un gozoso reencuentro

Encanto y sutileza

Antes, las Seis piezas opus 6, de Anton Webern, de 1909, sorprendieron como cada vez que se escuchan y a pesar de sus 90 años de sonar, ser discutidas y acertadas. Webern, perfecto en sus planteamientos sumarios, concisos y buscadores de la misma belleza del sonido en sus colores individualizados y estructurados, es una de las fuentes de la contemporaneidad, y en ella se mantiene y brilla. Mehta atendió por igual al encanto de la tímbrica y a la sutileza estructural de una música aérea, que juega con el sonido y el silencio en plano de igualdad. En fin, Mahler, el ya familiar Mahler, en su Sinfonía número 1, poemática, literaria y pictórica en sus orígenes (Jean Paul, los Wunderhorn, Callot) y autosuficiente en su objetividad musical. Tanto que debiéramos desterrar el subtítulo de Titán por su escasa utilidad y porque el mismo Mahler dejó de usarlo pronto. Zubin Mehta hizo una versión superexpresiva, reposada en los tiempos y acentuada en los matices, las dinámicas, las perspectivas y el impulso expresivo, bien se trate de melodías con resonancia popular o de patetismo hondo o un poco convencional como el del movimiento final. Construyó toda la obra a la manera de un gran fresco o de una voluminosa narración de Mann o Wassermann.

La magistral Filarmónica tocó con un voluntarismo admirable, con lo que asistimos a una nueva evidencia de lo que es y vale individual y colectivamente. Todos lo sabemos con esa seguridad propia de las certezas históricas, lo mismo que no es necesario descubrir los mil valores del director Mehta. Pero hay días y días, y el de ayer fue superlativo para los filarmónicos y para el público madrileño.

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