Un gozoso reencuentro
La expectación era máxima. Poco importaba el precio de las escasas entradas que se revendían en el exterior del Auditorio Nacional de Madrid. Las carteras eran más rápidas y los billetes salían de ellas con velocidad. El público recordaba aún la penosa actuación de la Filarmónica de Viena en su anterior visita a Madrid, con Lorin Maazel, o lo que ha sido considerado por el presidente de la formación musical, Clemens Hellsberg, como «el mayor fracaso de su historia». Un equipo de la televisión austriaca quiso estar ayer presente en el crítico reencuentro de los músicos vieneses con el público madrileño. Se habían perdido el abucheo que recibió la orquesta el pasado mes de enero en ese mismo escenario, por los desafinos en la interpretación del Bolero de Ravel. ¡Quién iba a pensar que una de las más prestigiosas formaciones musicales del mundo tuviera ese fallo tan estrepitoso! La cinta grabada ayer por la cadena televisiva registró el gozoso reencuentro de la Filarmónica de Viena con Madrid. La Seis piezas para orquesta de Anton Webern, con las que comenzó el programa, que fue dirigido por Zubin Mehta, no fueron escuchadas por la reina Sofía, que llegó tarde y se incorporó, aún en la primera parte, al Concierto para oboe y orquesta , de Mozart. La Reina, que no utlizó el palco real, estuvo acompañada por la infanta Margarita y su esposo Carlos Zurita, así como por el secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés, y el director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Tomás Marco.
El público del ciclo de Ibermúsica, tradicionalmente ruidoso en las pausas de las obras, estuvo ayer cuidadoso. El silencio fue total y la atención mayor que en otras ocasiones. No era para menos. Una de las más grandes orquestas del mundo volvía al lugar del crimen. Los asistentes no recibieron con un aplauso la aparición inicial de los miembros de la orquesta en el escenario, pero los despidieron con bravos y sinceras palmas, muchos de ellos puestos en pie. Sobre todo, la espectacular interpretación de la Sinfonia número 1, de Mahler. Si con el hipnótico Bolero de un francés se produjo el desencuentro, ha sido con el sinfonista austriaco con el que se ha resuelto el idilio que mantiene desde siempre el público de Madrid con la Filarmónica de Viena.
Babelia
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