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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Un Roldán italiano?

SI ALGUNA vez se fue, ha vuelto: la corrupción que acabó con el sistema político italiano no ha desaparecido con la depuración emprendida bajo la bandera de los jueces de Manos Limpias. La detención del militar más condecorado del país, Francesco Delfino, general de carabineros, acusado de extorsión y, posiblemente, también de cobro de comisiones ilegales, indica hasta qué punto es imposible poner punto final a ese inmediato pasado. Ayer mismo, el juez Di Pietro pidió un "Manos Limpias 2" tras conocer que el Tribunal Supremo ha anulado la sentencia más grave de las dictadas contra el ex primer ministro Bettino Craxi. La fiscalía de Brescia investiga la actuación de Delfino en el secuestro del industrial Giuseppe Sofiantini, que permaneció en manos de delincuentes sardos desde junio de 1997 hasta febrero pasado. Según las acusaciones que ahora se investigan, el general habría obtenido de la familia Sofiantini unos mil millones de liras (85 millones de pesetas) para lograr la liberación del secuestrado, aparentemente como garantía de que las fuerzas de seguridad se tomaran en serio la búsqueda. Eventualmente, el industrial recobró la libertad sin intervención de la policía, previo pago de otros 450 millones de pesetas, por los que, al parecer, Delfino quería cobrar una ulterior comisión de 45 millones. Se sabe que el carabinero estaba ya bajo investigación por la magistratura de Alessandria por abuso de poder y corrupción cometidos entre 1988 y 1992, cuando era comandante de carabineros de la zona. La investigación se centra en el posible cobro de comisiones por la realización de obras para el cuerpo. Todo ello, de un indecente parecido con Luis Roldán, que hacía lo propio al frente de la Guardia Civil. Aquéllos fueron los últimos años de la llamada tangentopoli, el sistema de comisiones secretas, pero conocidas de todos, que gravaban el gasto público allí donde lo pillaran, que era en todas partes, para sufragar los gastos de los partidos y forrar los bolsillos de no pocos de sus líderes y cuadros. En la jerarquía del Estado, esa corrupción institucionalizada se había extendido como la piovra, sin que los procesos en marcha hayan permitido averiguar hasta dónde llegaba. Todo ello muestra que es urgente seguir adelante con el plan para la reforma que prepara una comisión parlamentaria, decidiendo cuanto antes si la futura ley electoral va a ser o no del todo proporcional, si la República se va a federalizar, como se apunta, y si el presidente será elegido por votación popular y contará con poderes ejecutivos. Y la otra, que Italia tendrá que convivir durante algún tiempo con erupciones como ésta, que ponen de relieve que no hay ley de punto final, deseable ni posible, ni amnesia colectiva que valga para acabar totalmente con esa I República, formalmente aún en vigor.

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