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No tan puritanos

Durante el último trimestre, la Casa Blanca ha temblado como Los Ángeles cuando hay terremoto. Ahora la tierra se está asentando y parece llegado el momento de sacar conclusiones. La principal, que los norteamericanos no son tan puritanos como reza el tópico. Incluso en los momentos más febriles del caso Lewinsky, dos de cada tres estadounidenses han dicho que no estaban interesados en la vida privada de su presidente, siempre y cuando éste haga un buen trabajo.En el número de este mes de la revista George, John F. Kennedy, hijo del presidente. asesinado, entrevista a Gary Hart, el político que abandonó en 1988 la carrera hacia la candidatura presidencial demócrata a la semana de que la prensa descubriera sus relaciones con Donna Rice. Hart reflexiona sobre su caso y el de su correligionano Clinton. "En la última década", dice, "él pueblo norteamericano ha empezado a distinguir entre lo que es privado, lo que es público y lo que es importante. Quizá estemos empezando a ser un poco más tolerantes sobre la complejidad de las vidas humanas".

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Los norteamericanos han demostrado que no quieren ser más papista que el Papa. Piensan que las supuestas aventuras de Clinton son un asunto entre él y su esposa, Hillary; si ella se las perdona, ellos no tienen nada que objetar. Prefieren juzgar a su presidente por su capacidad para liderar EE UU.

Pero la diferencia entre Hart y Clinton no se explica sólo por una mayor madurez de sus compatriotas. Si Hart hubiera tenido un estómago de hierro habría podido seguir. La voluntad de resurrección de Clinton ha sido, clave. Para entenderlo, lo mejor es ver cómo John Travolta encarna al presidente en Colores primarios.

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