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Entrevista:

"Las ONG son más eficaces que la ONU, porque la gente las siente más cercanas"

Alberto Navarro dirige desde 1997 el departamento de Ayuda Humanitaria de la UE (Echo), el mayor donante del mundo. El pasado jueves recibió de manos del alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano el premio del Instituto Ciencia y Sociedad para Echo, e inauguró una exposición sobre la acción que desarrolla Echo en Nicaragua a través de varias ONG como el Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad, Médicos del Mundo, Solidaridad Internacional, Acción contra el Hambre y Acsur-Las Segovias.Pregunta. Echo gestiona el 25% de la ayuda humanitaria mundial, pero es mucho más conocida entre las ONG que en la calle. ¿Por qué?

Respuesta. Existimos desde 1992, pero somos un órgano de la UE que no brilla en los medios de comunicación. La UE no ha sabido, quizá, promover un debate público sobre la ayuda humanitaria, que no es algo político, sino un valor. La cooperación al desarrollo logra mejor prensa, porque tiene directas implicaciones políticas. Pero Echo, en 1997, gestionó unos 70.000 millones de pesetas, y en 1994, con la crisis de los Grandes Lagos, llegamos a los 120.000 millones. Nuestro presupuesto equivale al 0,5% del de la UE.

P. Hoy mismo, ¿dónde están actuando?

R. En 30 conflictos y 60 países fuera de la UE. Sobre todo en los Grandes Lagos, en Bosnia, en Afganistán. También en Corea del Norte, en Irak, Angola, Sudán, Cuba, Nicaragua, Guatemala...

P. ¿Cuál es la mecánica de una intervención humanitaria?

R. Antes dábamos ayuda directa. Pero vimos que es mejor que los funcionarios de Bruselas se quedasen en Bruselas, y que la ayuda la movieran in situ las ONG. Un 70% de nuestra ayuda se distribuye por ONG humanitarias, y el resto, a partes iguales, por Cruz Roja y por agencias de la ONU tipo ACNUR. Las ONG son más eficaces que la ONU, porque la gente las siente más cercanas. Las españolas son buenas, y es muy positiva su creciente profesionalización: a un campo de refugiados no puede enviarse a un idealista.

P. Tras Ruanda y Zaire, la ayuda humanitaria fue criticada porque en los campos de refugiados se metieron víctimas y también verdugos, y sólo las fuerzas de Kabila consiguieron separarles.

R. Antes bastaba con llevar ayuda y comida a los campos. Ahora tienes también que denunciar lo que ves allí. Sólo así se conseguirá una seguridad real. Lo que pasa es que lo humanitario tiene que lidiar con las consecuencias de que los poderes internacionales no hayan tenido el coraje político de imponer las condiciones de paz. En Albania sí ha habido ese coraje, y se evitó la catástrofe. Pero es cierto que la UE es aún un gusano militar y un enano político, aunque sea un gigante económico.

P. En situaciones como la de Afganistán, se especula sobre si no habría que presionar restringiendo la ayuda humanitaria.

R. La ayuda humanitaria no debe suprimirse, porque es lo único con que cuentan las víctimas. Pero Echo deja plena libertad de actuación a las ONG sobre el terreno. En Afganistán, algunas han decidido que sus miembros varones, en protesta contra el régimen de los talibán, vayan afeitados.

P. ¿Constata usted un cansancio del donante?

R. Es un peligro, porque los países ricos, en época de disciplina presupuestaria, sienten la tentación de no dar. Contra ello los medios de comunicación tienen en su mano huir de una información superficial, que tras iluminar espectacularmente las crisis acaba condenándolas al olvido.

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