La nostalgia del comunismo marcó las elecciones ucranianas
Ucrania tiene un sistema presidencialista parecido al ruso, pero las atribuciones de Leonid Kuchma se han visto recortadas los últimos años, mucho más que las de su vecino Borís Yeltsin, por un Parlamento dominado por las fuerzas de izquierdas. Las previsiones ante los comicios parlamentarios de ayer apuntaban a que las cosas se pondrían todavía peor para Kuchma y a que la elección, por vez primera, de la mitad de los diputados por el sistema proporcional con listas únicas mejoraría los resultados de los comunistas y sus aliados socialistas. Aunque los primeros resultados oficiales se conocerán hoy, una encuesta de Gallup realizada a pie de urna sobre un total de 10.000 personas señalaba a los comunistas como los más votados, con un 26% de las preferencias. El 11% aseguraba haber votado a los nacionalistas del Ruj y un 6% a los centristas. Otros sondeos también daban la victoria a los comunistas.La memoria histórica es corta. Los ucranios parecen haber olvidado que los excesos colectivizadores de Stalin causaron más de seis millones de muertos por hambre en los años treinta, sin contar las víctimas de la represión directa. Prefieren echar la vista un poco menos hacia atrás, a los tiempos de Nikita Jruschov e incluso de Leonid Breznev, cuando la vida era más predecible, los rnínimos vitales estaban garantizados y el sueldo llegaba a final de mes.
Una crisis económica que deja en mantillas a la rusa, una disminución pavorosa del producto interior bruto, el espectáculo de miles de fábricas cerradas y un sistema sanitario y educativo deteriorado no incitan a la euforia.
Pero el avance que se pronosticaba para los comunistas y sus aliados tenía otros apoyos, incluso más sólidos: el alto porcentaje de la población (15 de los 50 millones) que malvive de una pensión y que se forjó en la Unión Soviética, y los 11 millones de rusos que piensan que la izquierda es la única esperanza real de que pueda volver a unirse, siquiera entre los tres países eslavos (Ucrania, Bielorrusia y Rusia), lo que la perestroika, los golpistas de agosto de 1991 y una reunión cerca de Minsk a finales de ese mismo año separaron tal vez para siempre.
Las fuerzas del centro, en las que se apoya Kuchma, acudieron a las urnas tremendamente divididas, un error que el sistema proporcional amenazaba con hacerles pagar muy caro. En la derecha, ni siquiera los nacionalistas de Ruj, que desempeñaron un papel clave en la lucha por la independencia, parecían tener posibilidades de levantar cabeza. Incluso cabía la posibilidad de que fuesen superados- por los ecologistas, quienes, según los últimos sondeos (de hace dos semanas), podrían alcanzar el segundo puesto. Eso sería algo muy sorprendente para una república ex soviética sin tradición de movimientos ecologistas, aunque a menos de 150 kilómetros de Kiev siga abierta, y cómo, la herida de la central nuclear de Chernóbil, en la que se produjo en 1996 el peor accidente atómico de la historia. La marea roja, aunque muy desteñida por la asunción en líneas generales de la economía de mercado, se extendió también el pasado domingo a la vecina Moldavia, donde los comunistas superaron el 40% de los votos.
En Armenia, un ex líder comunista reconvertido, Karen Demirchian, parte como favorito ante la segunda y definitiva vuelta de las presidenciales de mañana, convocadas tras la abrupta dimisión de Levón Ter-Petrosián, aislado por su posición demasiado conciliadora hacia Azerbaiyán en el conflicto del Alto Karabaj.
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