El arte de ocultar las ambiciones
Chernomirdin sabrá lo que se hace, pero hasta ahora se había considerado artículo de fe que cualquier político del sistema que tuviese ambiciones presidenciales debía ocultarlas para no suscitar las iras de Yeltsin. El defenestrado primer ministro, conocedor como pocos del líder del Kremlin, se había cuidado mucho de anunciar que aspiraba al sillón del zar Borís en el año 2000. Lo mismo cabe decir del vicejefe de Gobierno, Borís Nemtsov, al que el propio Yeltsin fabricó una aureola de presidenciable que luego no tuvo escrúpulos en desmontar.El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, otro viejo Zorro del escenario político ruso, es consciente de que lo mejor que puede hacer en esta confusa situación es conservar su base de poder en la capital y dejar que los demás digan que será candidato mientras él lo desmiente.
Quienes confiesan sus intenciones son los que se encuentran al otro lado de la barrera del poder, e incluso uno que está en la frontera: Grigori Yavlinski, líder del partido liberal YavIoko (Manzana), cortejado una y otra vez desde el Kremlin y la Casa Blanca (la sede del Gobierno), pero al que se suele conceder talla de primer ministro, pero no de jefe de Estado, Más allá, hay otros dos candidatos declarados: Guennadi Ziugánov y Alexandr Lébed. El líder comunista sigue en cabeza de todas las encuestas, pero la experiencia de 1996 apunta a que sus posibilidades, o la de cualquier otro dirigente de su partido, no llegan hasta poder batir en. una segunda vuelta a un candidato del sistema al que éste apoye sin fisuras. En cuanto al general, representante típico de la tercera fuerza, su carrera, política quedará truncada si no logra ser elegido en abril gobernador de Krasnoyarsk (Siberia). Sus posibilidades de llegar al Kremlin dependen de que la división de los candidatos del régimen le enfrente a un comunista en la segunda vuelta. A esta lista le faltan nombres y un par de años.
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