El elefante y Europa
Únase una línea de puntos y sale un elefante. Así rezaban los pasatiempos infantiles en los antiguos suplementos de la prensa. El problema consistía en identificar cuáles eran los puntos que cumplían las condiciones para formar parte de la solución porque en caso contrarío las figuras compuestas se alejaban de la correcta. Cuestión de perspicacia y sentido de la anticipación, claves para acertar en el análisis político. O, como sostiene Norman F. Dixon, capacidad para filtrar el ruido del total de informaciones en momentos de confusión. Algo que se le reconocía al mariscal Masena, cuyas facultades mentales se redoblaban en medio del estruendo de los cañones. A esa capacidad se refería Arturo Soria y Espinosa cuando se enfrentaba a la arrogancia de los artilleros argentinos en unos meros ejercicios tácticos. Señores, les dijo, la puntería sólo puede medirse válidamente cuando se alcanza bajo fuego enernigo.Porque, volviendo a la analogía del pasatiempo infantil, la situación política ofrece una multiplicidad de datos y de expectativas que permiten ser individualizados en series de muy distinto signo y, según como verifique ese proceso, la selección resultante permitirá obtener las figuras más diversas y antagónicas. Desde las más estilizadas, satisfactorias y prometedoras hasta las más amorfas, negativas y morbosas. De ahí, el interés del poder político y de todos los poderes por controlar las imágenes que se ofrecen al público. Porque las actitudes sociales se configuran en relación con las expectativas que las personas o los grupos suscitan. De ahí, también, la insaciabilidad de los poderes ante el elogio, según sabemos por cotidiana comprobación. En este segundo aniversario de la victoria del PP se ha percibido en el Gobierno un aire de desilusión incluso ante los medios más afines, de quienes se hubiera esperado mayores dosis de acompañamiento entusiasta y una más cuidada indulgencia ante los inevitables excesos en que se haya podido incurrir bajo la etiqueta popular.
Pero volvamos los ojos a Europa ahora que vamos a tomar el tren del euro. El Gobierno rompe de satisfacción por los deberes cumplidos y al conjunto de los españoles le conviene un logro en el que se sabe participante. Algunos días en Bruselas permiten completar las perspectivas patrias. En los medios comunitarios de la Comisión y del Consejo se lamenta el aislamiento creciente de España incluso en el caso del aceite de oliva. Medios diplomáticos cargados de experiencia resaltan que el Gobierno actual parece replegado en la defensa estricta de intereses nacionales con abandono de concepciones y propuestas en el ámbito de toda la UE. Pero esta nueva aproximación está induciendo un mayor aislamiento de las posiciones españolas, que pierden así posibilidades de progresar. Una reflexión sobre nuestras actitudes en los casos del aceite de oliva y del derecho de asilo podría ser iluminadora.
Así que se impone mejorar nuestra aproximación a la UE eliminando actitudes ingenuas. Para ello se recomiendan algunas referencias bibliográficas básicas, como los dos volúmenes sobre El Tratado de Amsterdam. Análisis y comentarios, que, dirigidos por el comisario Marcelino Oreja, se presentaron ayer en el Congreso. En Bruselas se aceptaba la semana pasada que los medios académicos españoles han ido por delante de sus colegas del resto de la Unión. El excelente y utilísimo trabajo sobre el Tratado de la UE se inicia con el recordatorio que hace el profesor Antonio Truyol Serra de Ortega y Gasset según el cual "Europa como sociedad existe con anterioridad a la existencia de las naciones europeas, que se fueron formando poco a poco como núcleos más densos de socialización dentro de la más amplia sociedad europea, que, como -un ámbito social, preexistía a ellas". Y sus páginas concluyen con una cita de Philippe de Schoutheete incorporada por Oreja, deseoso de grabar los trazos de esa Europa del futuro y de demostrar que tiene un espíritu para hacerla vivir.
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