Amor de padre

¿Puede un honesto policía viudo, padre de un encantador, tal vez incluso demasiado encantador, niño de nueve años aquejado de leucemia, poner en peligro vida y haciendas para salvar como sea a su hijo enfermo y perder por el camino la de algún que otro servidor del orden? Esta única idea es la razón de ser de Medidas desesperadas, un trhiller estirado hasta el vértigo, que se diría el cruce entre El silencio de los corderos, del que extrae la fascinación por el personaje maléfico, y cualquier peripecia de padre responsable de esas que abundan en el cine americano.El problema de una estructura narrativa de este tipo, sobre todo en el cine de género, no es otro que su agotamiento: si se trata de hacer explícito todo, de no sugerir nada, la lógica de los personajes llevará la trama a un callejón sin salida, a un "más difícil todavía" en el que se pierde cualquier atisbo de verosimilitud.

Estos ingredientes los sirve, sin el menor atisbo de convicción, Barbet Schroeder, especialista de dar una de cal y otra de arena. Plenamente integrado en la industria estadounidense, ha, logrado algo que parece difícil para un director extranjero, el ser el productor de sus filmes, con que si la película es mala, que lo es y con ganas, sólo él es el responsable. Sólo se ve su oficio y lo único que parece personal es el trabajo del operador italiano Luciano Tovoli, que brinda una fotografía perfecta para Michael Keaton, el único ingrediente interesante en un elenco en el que Andy García vuelve a confundir hieratismo con actuación contenida, sentimientos con carantoñas.